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Cliff Walkers

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado:+18

El cineasta chino Zhang Yimou (Sorgo rojo; ¡Vivir!; La casa de las dagas voladoras) es miembro del Comité Nacional de la Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino, órgano asesor político en el país. Wang Yang, presidente de la Conferencia, fue purgado —entre otros— por Xi Jinping el pasado 23 de octubre, cuando el expresidente Hu Jintao fue retirado del hemiciclo del Congreso del Partido Comunista Chino. Puede que la última vez que coincidiesen estos tres en público fuese durante la celebración del 70 aniversario de la fundación de la República Popular China, en la plaza de Tian’anmen, escenario de una de las tantas carnicerías comunistas. Wang y Xi asistieron a la gala; este último llegó a la tribuna y saludó al público justo antes de que los fuegos artificiales, obra de la directiva del cineasta para el evento, se desplegaran en el cielo de Beijing y dibujaran el número 70.

Yimou ha dirigido Cliff walkers (2021), propaganda pura y dura que, elegante pero risiblemente, pretende pasar por una película de espías, como el lobo de las fábulas por oveja o abuela. Inicia con un nadir del bosque nevado: nos precipitamos al suelo con los personajes, que han saltado en paracaídas para llegar inadvertidos a Harbin, en el noreste de china, durante el Estado de Manchuria, invasión japonesa en China entre 1930 y 1940. Estos espías surgidos del frío, entrenados en la Unión Soviética, son los encargados de llevar a cabo la misión secreta Utrennya («amanecer» en ruso), que consiste en localizar a un exprisionero del Ejército Imperial japonés que logró darse a la fuga y conseguir que cruce la frontera, pues así podrá exponer ante la comunidad internacional los crímenes del escuadrón japonés. Es curioso: los comunistas bien saben que, en el caso de sus invasores, la comunidad internacional sí que podría reaccionar ante estos crímenes; al contrario que con los suyos, que fueron y siguen siendo blanqueados por buena parte de Occidente.

De aquí en adelante vemos cómo los personajes improvisan a medida que se descubren topos, tretas, delaciones y traiciones, filmado muy elegantemente bajo la mirada entrenada y talentosa de Zhang, un experto en dirección de fotografía. Llega un momento en el que la causa casi parece perdida, como suele suceder en las películas del género. Aquí —y no es baladí— se apela a lo que se acostumbra por lo general en el cine de espías: la historia se cuenta desde el punto de vista de los buenos. Y es este pequeño pero determinante detalle el que deja ver, para el ciego que quiera pasar del hecho de que se está ante una película china de un director chino que está lejos de ser un disidente, que la cinta de Yimou, por más hermosa que sea visualmente y entretenga, no tiene ningún tipo de trascendencia más allá de alzar el puño rojo.

Cliff walkers (en chino 悬崖之上, «por encima del acantilado») lleva puesta la piel ovejuna esponjosa y blanca de una cinta fina, de fotografía galana, sentimental y fulgente como los fuegos artificiales del aniversario de la república. Debajo, hay victimismo, maldad y glorificación del régimen. «Dedicada a los héroes de la Revolución», indica un texto al final. Genial. La Revolución de Mao. La misma que llevaría a Yimou a una granja de trabajo en su juventud y que, cómo olvidarlo, asesinó a unos ochenta millones.

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