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Digimon Adventure 02: The Beginning

Crítica

Público recomendado: + 12

No hay aventura más importante a afrontar que la propia vida, como diría el filósofo, con sus distintas etapas bien definidas. Crecer, madurar, avanzar, evolucionar son verbos que recogen muy bien la tarea que tenemos ante los avatares más cotidianos y decisivos. Ese paso del tiempo y su necesaria maduración quedan muy bien expresados en las propuestas tanto de Digimon como de Pokemon, dos realidades del manga japonés en donde la “digievolución” y la transformación de los pokemons son un reflejo de la maduración que hacen sus compañeros humanos, de la que hacemos todos.

Concretamente en el manga/anime japonés se juntan algunos factores más: como la moralidad de la sociedad japonesa actual (a veces muy tradicional a veces lo contrario), la convivencia con las catástrofes (terremotos, 2ª Guerra Mundial/ Hirosima y Nagasaki) o una concepción religiosa de la realidad en donde la idea de Dios, se aleja de la judeocristiana (con sus excepciones). Y, por supuesto, un factor digital tecnológico decisivo; pensemos en el milagro económico de Japón o su desarrollo actual o en la evolución tecnológica de las últimas décadas, en todo el mundo.

Hagamos un breve recordatorio de esta saga que nació como toda una narrativa trasmedia. Digimon es un término estilizado de Monstruo Digital que nació con los Tamagochi (Bandai), y que al poco tiempo llegó al videojuego, al cine, a las series, juguetes… Los Digimon viven (normalmente) en un mundo virtual distinto a la realidad (algo similar a Ready Player One) y se forman con elementos electrónicos perdidos e inutilizados de nuestros propios ordenadores. Como si la propia tecnología fuera fecunda, incluso en sus rincones más olvidados y recónditos; interesante cómo se pone la esperanza en la tecnología de la que surgen finalmente esos compañeros tan importantes para afrontar y comprender la vida. Cada Digimon tiene un Tamer, un niño elegido que lo cría en la vida real. Dos mundos (el real y el digital) que se interrelacionan (Virtuosity/1995, Her/2013 o la serie Black Mirrow).

Daisuke Motomiya tiene ahora veinte años, han pasado diez años desde la última aventura en el Mundo Digital. Él y el resto de los elegidos están cambiando poco a poco en cuanto a su aspecto y a su estilo de vida. De repente, un enorme Digitama (un huevo gigante) aparece sobre el cielo de Tokio. La aparición de un misterioso joven llamado Lui será el eslabón perfecto para ese viaje al pasado que podría desestabilizarlo todo.

En este caso la película pretende hacer un “Begins” como hizo Nolan con Batman, aportando un significado al origen de los niños elegidos, esos a los que se les adjudicaba un Digimon para alguna misión concreta. Sin embargo, la propuesta no funciona del todo, a pesar de contar en la dirección con Tomohisa Taguchi que logró con éxito la emotiva Digimon Adventure: Last Evolution Kizuna de 2020.

Aunque el guion cuenta con varias ideas muy potentes, no logra enlazar bien las dos mitades. Sabe ir al fondo de la herida humana de un personaje, pero, al mismo tiempo, descuida el ritmo y la unidad con el resto de la obra. De ahí que todo se resienta: secuencias de acción que saben a poco o un metraje corto que se hace largo en ocasiones.

Al igual que ocurre en el universo de El Señor de los Anillos (de tantos otros), también los personajes encarnan valores humanos fundamentales que nos sirven para comprender la naturaleza humana y su riqueza. En el caso de los Digimon, por ejemplo, Daisuke (un niño elegido) posee los “Digimental” del Valor, de la Amistad y de los Milagros. Ante un poder siempre es sano preguntarse de dónde viene: ¿es algo que viene inscrito en su naturaleza? ¿Es algo dado (por quién, Prometeo)?, ¿nace de dentro de sí o ha sido adquirido por la virtud?

Interesante cómo la aparición de lo divino sucede en un entorno de extrema necesidad. Sin embargo, no parece comprender bien a lo humano. Esta ambigüedad tizna de enemigo al amigo y viceversa; giro de guion muy bien pensado aunque infructuoso.

En definitiva, la saga Digimon continúa y no tiene pinta de frenar su ritmo; quien sabe si pronto anuncien un Parque Temático. En este caso, la película adolece de falta de unidad y ritmo, aunque se mantiene la aventura digital y las moralejas clásicas: respeto, amistad, justicia y maduración. Eso sí, las transformaciones aún tiene ese sabor de boca televisivo que aunque gusta (por nostálgico) quizás no encaje tan bien en el formato cine. Veremos qué nos depara la siguiente aventura digital de esta saga. Como mínimo, una invitación a seguir creciendo en comunidad.

Carlos Aguilera Albesa

https://www.youtube.com/watch?v=1b9L3J_1N9U

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