Crítica:

Spaghetti western de culto dentro del género y que fue la primera de las tres películas con el pistolero Django interpretado por Francisco Nero como protagonista aunque sólo ésta sería dirigida por Segio Corbucci que dirigiría al actor en varios spagehtti más entre los que se encuentran Salario para matar y Los compañeros que bien podrían haber sido protagonizadas por el mismísimo Django dada la similitud entre personajes. Indudablemente influenciado por los postulados de Sergio Leone, Corbucci, sin embargo, los trasciende con una propuesta mucho más violenta, afeada y mugrosa. Censurada en numerosos países por su alto grado de violencia (en Reino Unido no se pudo ver completa hasta los años 90), se trata de uno de los spaghetti más sangrientos y enfáticos en sus escenas de cuantos se hicieron (la escena en la que hacen que un soldado torturado se coma su propia oreja o cuando le rompen las manos a Django a culatazos). Ello lo convirtió, sin duda, en cinta de culto potenciado aún más por el antihéroe Django que sigue los postulados leonaianos y cuyo intérprete, Franco Nero, tiene un parecido seguramente casual con Clint Eastwood aunque fue un actor mucho más limitado que aquél. Es una historia muy poderosa, que invita a reflexionar sobre la violencia, la revolución armada, la venganza y la soledad.