Crítica
Público recomendado: +16
Película estrenada en plataformas
Algunas de las escenas de El amor de Sylvie las pondría en una charla para novios que se preparan para el matrimonio. No porque el amor de Sylvie se dirija o se prepare para el matrimonio; no, ciertamente que no. El matrimonio es una cuestión incidental, que no tiene mucho que ver el verdadero amor de Sylvie, que es Bob. Pero sí hay cosas admirables que hace Sylvie, y cosas admirables que hace Bob, el amor de su vida, y meteduras de pata de ambos. Buen material para aprender la aventura más importante de la vida. Pero vamos por partes.
Bob toca en un prometedor cuarteto de jazz que, por el momento, da pequeños bolos en locales casi vacíos, lo típico de millones de bandas, de jazz o de cualquier estilo. Pero este cuarteto tiene potencial y Bob tiene mucho talento. Bob se enamora a primera vista de Sylvie, la dependienta de una tiendecita familiar de discos, negocio en el que el propio Bob, atraído por Sylvie, pide trabajar y es contratado. El problema es que Sylvie ya está prometida con un chico de una familia adinerada. Bob es solo una promesa de la música, lo cual es casi nada. Sylvie y Bob se enamoran, pero sus vidas acaban por separarse, haciendo cada uno su vida, hasta que la casualidad los reúne, cinco años después, con una Sylvie casada, y un Bob que ya es una figura respetada y consolidada -aunque secundaria- en el mundo del jazz.
Nada será fácil a partir de su segunda reunión. De lo que sí podemos disfrutar es de una cuidada presentación de la sociedad de color en los USA de los años 60. Los músicos negros son respetados, pero no llevan las riendas del negocio, salvo la excepción, señalada en la película, de la Motown, el mítico sello de pop de artistas de color radicado en Detroit. Tenemos también, sin estridencias, sin revanchismos, la cuestión racial, y las ambigüedades de la integración racial, aún en estamentos sociales altos; y sin reivindicaciones furibundas ni locas enfurecidas, tenemos también el problema del feminismo de la igualdad, la legítima aspiración al trabajo femenino y la espinosa cuestión de qué pasa con la dedicación a la familia. Como buena película musical, se evitan los ascensos rápidos y fáciles al estrellato; el talento no suele ser suficiente, y los artistas deben debatirse entre seguir su propio sueño o trabajar para sacar adelante una familia… A fin de cuentas, ¿qué es el éxito?
De todo ello se habla, pero la película entrega lo que el título promete, se trata del amor de Sylvie. Sylvie quiere seguir su camino, al que tiene derecho, y se equivoca… su error costará caro; pero también Bob mete la pata, y su error también tendrá consecuencias; Sylvie tendrá que vencer los obstáculos que su error ocasiona, pero le ayudará también a comprender que Bob es frágil y si se equivoca lo hace con tan buena voluntad como lo hizo ella, y con tan mal tino.
Con el tema de los músicos de raza negra, siempre estaremos en deuda: la impronta de la música blues, jazz, rhythm and blues ha sido tal que no existiría la música pop en Europa tal y como la conocemos de no haber sido por ellos; no habría habido ni Beatles ni Rolling, entre otros. Películas como Ray (la vida de Ray Charles); Cadillac Records, el sello que grabó a varios de los grandes del rhythm and blues; la reciente La madre del blues (sobre Gertrude “Ma” Rainey) son testigos fieles de dicho impacto en la sociedad blanca.
Sobre músicos específicamente de jazz nos llegaron buenos biopics, como el ya viejo Bird (sobre Charlie Bird Parker, de Clint Eastwood), o la más reciente Django (sobre el guitarrista de raza gitana Django Reinhart); la ficción nos ha deparado joyas como la aclamada La ciudad de las estrellas (un musical de jazz con historia triste de amor)¸ Whiplash (la conflictiva historia de un obsesivo profesor de jazz a la búsqueda de la perfección musical), o la recientísima Soul, de Pixar. Tanto en esta Soul como El amor de Sylvie, la música es más el telón de fondo. Y ambas nos han puesto un tanto trascendentales.