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El asesino

Crítica

Público recomendado: +18

Cada vez que David Fincher estrena una nueva película, es una ocasión a celebrar por los cinéfilos que gustan del cine de género bien elaborado y con temas de fondo que le dan interés humano. Ahora nos llega, en un fugaz paso por ciertas salas antes de instalarse en el catálogo de Netflix, El asesino, un regreso del director al género que seguramente maneje mejor, el thriller. Para ello, además, ha contado con Andrew Kevin Walker, el guionista de su aclamada Seven (1995). Y sin llegar a aquella cumbre, el resultado está a la altura de lo esperado.

Michael Fassbender interpreta a un asesino a sueldo metódico y detallista, que parece tener siempre todo bajo control. Sin embargo, en un trabajo comete un error y eso pondrá en peligro su profesión y todo lo que más valora.

El asesino empieza con un magistral primer pasaje en que Fincher homenajea a La ventana indiscreta (Alfred Hitchcock, 1954), pero situando al asesino como el personaje que observa en lugar de ser observado. Esta referencia va más allá del tributo, ya que, al situarnos en su punto de vista, Fincher pretende meter al público en la mente de un asesino a sueldo. Por ello se nos presenta una brillantemente escrita voz en off, que no está para explicar la trama ni para hacer subrayados, sino para plasmar una mente metódica y fría. De este modo, entendemos que una visión nihilista de la existencia lleva al protagonista a poder realizar su trabajo sin interferencias de conciencia o empatía. Pero pronto descubriremos que todo ese andamiaje filosófico tiene sus grietas, y que el asesino se repite a sí mismo sus dogmas nihilistas a los que se aferra precisamente porque en él hay resquicios de una humanidad que él entiende como debilidad.

Fincher no solo transmite todo este retrato con la voz en off, además de la magnífica interpretación de Michael Fassbender. Como es habitual en su cine, encontramos una dirección y un montaje que reflejan visualmente las distintas ideas que desarrolla en la historia. Esto resulta fundamental cuando la película se cuenta en todo momento con la perspectiva del personaje principal, de modo que la realización deviene en una expresión más de su psicología, tanto en los momentos en los que se siente seguro en sus creencias y actos, como cuando su mundo empieza a resquebrajarse.

Y es que el mensaje principal de la película acaba siendo que no importa lo mucho que lo intentemos y lo profesionales que seamos: la vida se escapa a nuestro control. Un solo imprevisto puede desmontar nuestros planes, y en esos momentos debemos abrazar nuestra humanidad. El asesino (del que nunca conocemos su nombre real) pretende deshumanizarse, convertirse en un ser frío y desprovisto de toda emoción. Pero no puede evitar amar, y eso le impide formar parte de esa “minoría” a la que aspira a llegar. Un fondo más luminoso de lo que cabe esperar de una historia en apariencia desesperada.

Estamos, por tanto, ante una película realizada con la habitual maestría detrás de la cámara de David Fincher, y que además deja elementos temáticos suficientes para una reflexión más allá de la violencia y la oscuridad que dominan la trama más visible.

Federico Alba.

https://www.youtube.com/watch?v=iVau-K3q8cM

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