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El callejón de las almas perdidas

Caratula de "El callejón de las almas perdidas" (2021) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

En esta temporada son varios los directores que se están atreviendo a adaptar míticas producciones de cine clásico como Steven Spielberg con West Side Story o el cineasta mexicano, Guillermo del Toro con El callejón de las almas perdidas, recordado por haber ganado el Óscar por La forma del agua; por la ideológica El laberinto del fauno y por la muy buena adaptación del cómic de Mike Mignola, Hellboy, ese demonio con los cuernos recortados que porta un rosario en sus manos para enfrentarse contra el mal y no caer en tentación.

Este realizador coge el toro por los cuernos nunca mejor dicho, haciendo un remake de El callejón de las almas perdidas, una cinta de Edmund Goulding, protagonizada por Joan Blondell y Tyrone Power (padre de Romina, esposa a su vez  del cantate Albano) en 1947, aunque nuestras abuelas lo pronunciaban tal y como lo leían, pues la segunda lengua en esa época era el francés, el aprendizaje de una lengua a la que no todo el mundo podía acceder. El director hispanoamericano adapta la novela de homónimo título de William Lindsay Gresham, dividiéndola en dos etapas bien diferenciadas. En la primera de ellas vemos como un misterioso individuo, ataviado con la vestimenta de Indiana Jones, aprende el oficio de feriante, que será utilizado más adelante para su propio beneficio en otro tipo de espectáculo.

Guillermo del Toro vuelve a demostrar su talento a la hora de ambientar sus historias en los años 40 tanto desde un punto de vista realista como desde una óptica esotérica, aunque en esta ocasión se le va la mano en el uso de la violencia cercana al gore en un par de escenas claramente desagradables. Puede ser que haya comprendido que, tras el éxito de la oscarizada Parásitos (injustamente a mi juicio a pesar de que me pueda ganar enemigos), es adecuado recurrir al “kétchup” para poder obtener buenos premios y alto rendimiento en la taquilla. El director, por otra parte logra, envolverte en todas y cada una de las escenas con una fotografía inmejorable y con la magnífica actuación de Bradley Cooper, una auténtica estrella que se juega su carrera con un personaje ambiguo y antipático. La actriz Cate Blanchett y Toni Colette le dan buenas réplicas en un thriller que mantiene la intriga hasta el final, aunque es ciertamente previsible.

El film invita a la reflexión sobre esos individuos que recurren a introducirse en el alma de las personas para aprovecharse de sus miserias con técnicas poco éticas y gracias, por otro lado, a un mal uso de su formación religiosa. La película dentro de su oscuridad deja ver cierta luz en el personaje del actor, David Strathaim, que entiende que su don debe usarse para hacer el bien, así como el personaje de Rooney Mara, una gran actriz de belleza que inspira ternura, a la que su moral le impide traspasar estos límites. En este largometraje, el valor de la lealtad queda patente en dos gigantes buenazos como el forzudo y el guardaespaldas que aparecen en esta producción por no desvelar los detalles. Por otra parte, Guillermo del Toro no deja lugar a la duda de su posicionamiento, pues transmite que el que comete un delito debe cumplir su correspondiente pena, aunque expresado de un modo cinematográfico.

Como dato interesante, esta producción da a entender que dos tipejos saben reconocer la buena labor de las instituciones religiosas dedicadas a la sanidad que hacen bien sin mirar a quien.

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