Crítica:
Público recomendado: Adultos
De 1976 a 1983 tuvo lugar el Proceso de Reorganización Nacional en Argentina, nombre elegido por la junta cívico-militar del país para acceder al poder tras derrocar a María Estela Martínez de Perón. En esos años donde los argentinos perdieron su “dignidad”, como recordó el primer presidente tras el régimen, Raúl Alfonsín, actuó El clan, que ha llevado al cine con vigor Pablo Trapero (Carancho, Elefante blanco, Mundo grúa…).
Arquímedes Puccio (Guillermo Francella: El secreto de tus ojos, Brigada explosiva, Corazón de león…) es el patriarca de una familia numerosa formada por su mujer y cinco hijos. Su ocupación: el secuestro, la extornsión y el asesinato de gente adinerada.
Puccio, interpretado soberbiamente por Francella, se lucra con su actividad criminal y manipula a toda su prole, que convive en su domicilio con los retenidos, con una increíble “naturalidad”. Pero poco a poco comienzan las deserciones en la familia, como es el caso de Guillermo, el varón menor, que se marcha de casa aprovechando unos campeonatos deportivos y, sin reconocerlo abiertamente, con Alejandro, el hijo mayor, cómplice en los primeros secuestros del padre.
Basada en una historia real, que fue escándalo en Argentina cuando se conoció con el advenimiento de la democracia y que ha sido éxito en taquilla, Arquímedes nunca reconoció sus crímenes tras cumplir la máxima pena de reclusión en el país (en la cárcel se licenció en Derecho) y siempre se escudó en que cumplía órdenes de autoridades superiores, sin nombrarlas. En el filme, son identificados varias militares y elementos de las fuerzas de seguridad del Estado, pero ellos quedan fuera de las actuaciones de la Justicia en la película.
El guion, también de Trapero, se sustenta en unos personajes robustos y bien definidos, donde sobresale la figura del patriarca de esta familia mafiosa. Francella se embute en la calculada frialdad asesina de Arquímedes (habría sido pertinente rastrear la maduración de su psicología) y hace olvidar al luminoso “encantador de serpientes” que interpretó recientemente en la comedia Corazón de león, uno de los últimos filmes que vimos en España.
Aunque favorables al régimen militar del momento, los Puccio no desarrollan o conviven con el crimen extorsionando y eliminando a opositores izquierdistas, como se podría suponer en esos años, sino que su actividad se dirige contra gente adinerada a los que Arquímedes acusa de enriquecerse a costa de la nación. De esta manera “idealista” justifica sus tropelías y argumenta ante sus hijos mayores (Alex y Daniel “Maguila”) y otros esbirros de la banda.
En un montaje tan ágil como ajustado por la elección de secuencias y planos significativos y el recurso de flashback, una buena interpretación y una banda sonora de soul y rock (con temas de Beatles, Creedence Clearwater Revival, entre otros), El clan navega a “todo trapo” y va llegando a su término con el enfrentamiento intergeneracional en la familia.
En Alex, el hijo mayor y cómplice en los primeros delitos, conviven la vida lujosa, fruto del dinero obtenido por sus crímenes, con su propia insatisfacción interior. Sabedor de que actúa contra su conciencia, es incapaz de oponerse al “todopoderoso” padre (expresa su malestar practicando con avidez sexo con su novia, mientras escenas intercaladas muestran el secuestro de otra persona).
Unos últimos minutos dramáticos muy potentes y muy bien rodados concluyen esta cinta, que manifiesta la hecatombe contra la dignidad humana –ajena y propia de quien la ejerce contra otros- cuando nos regimos por las ideologías, al tiempo que valora la conciencia como el tribunal al que se presentan inexorablemente todas nuestras decisiones.