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El hombre del sótano

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +16                          

 El director francés Philippe Le Guay (Normandía al desnudo, Las chicas de la 6ª planta, Molière en bicicleta) lleva a la gran pantalla una historia real en la que se vio involucrado un amigo suyo y removió al director hasta el punto de querer hacer una película sobre ello. El hombre del sótano narra cómo un matrimonio parisino vende un sótano en el mismo edificio en el que ellos viven a un señor con apariencia bastante normal que dice necesitarlo para almacenar las pertenencias de su madre, recientemente fallecida. Hasta aquí todo bien. Los problemas aparecen cuando Simon, descendiente de judíos eliminados en campos de concentración nazis, descubre que su nuevo vecino es un negacionista del exterminio antisemita.

Película compleja, interesante por su planteamiento sociológico. Resulta de una mezcla de diferentes géneros, siendo el thriller psicológico el que más la define. Hay muchos elementos que recuerdan a Hitchcock: el misterio, el juego psicológico que confunde a todos los protagonistas hasta el punto de condicionarlos, una trama que va in crescendo y que atrapa al espectador hasta el final.

El sótano, ese espacio que asociamos a la oscuridad, al misterio y al peligro… especialmente en el cine, es el eje de este juego psicológico desarrollado de manera sutil y delicadamente tejida alrededor de unos personajes que van evolucionando sus pensamientos y sentimientos según van encontrando más o menos sentido al comportamiento del señor Fonzic.

El planteamiento del director lleva a un juego psicológico muy sugerente: Observar cómo ante una realidad que nos inquieta y nos amenaza, cada uno reacciona de una manera diferente… algunos se dejan ganar por la presión mental, otros apuestan por dudar de todo, hasta de su cónyuge, otros se revelan, y ponen en entredicho todo lo que aprendido hasta ese momento, como Justine, la hija del matrimonio, cuya postura determina el desenlace de la historia.

“Él está solo con su odio, nosotros estamos juntos y nos queremos” le dice Simon a su mujer, Hélène, procurando proteger su matrimonio ante el conflicto que les pone a prueba.

En la era de las dudas, de la desinformación y sobreinformación, es muy interesante el debate planteado por el director en torno a los negacionistas, esas personas que no se conforman con la versión oficial de los acontecimientos que marcan nuestra historia: nuestra capacidad de pensar, la posibilidad de dudar y reflexionar las cosas por nosotros mismos aparecen en la película como un reclamo.

La interpretación del fantástico François Cluzet (Intocable, Pequeñas mentiras para estar juntos), muy valorado en Francia y reconocido por sus papeles amables en comedia y género narrativos más amenos, hace de la película una delicia: su expresión misteriosa mantiene en vilo al espectador, es inquietante no saber quien es realmente este señor aparentemente apacible y tan seguro de sí mismo.

Muy acertada también la actuación de nuestros protagonistas: Bérénice Bejo, ganadora del premio César y nominada al Oscar por The Artist y Jérémie Renier (My Way, El amante doble).

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