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El hombre invisible

Caratula de "El hombre invisible" (2020) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

Contra todo pronóstico no estamos ante una mala película. Blumhouse, productora especializada en el cine de terror de la que hemos hablado en alguna que otra ocasión es capaz de los mejor (Déjame salir, Múltiple…) y de lo peor (Navidad sangrienta, Ouija…). Y en esta ocasión la balanza se inclina sensiblemente hacia lo mejor sin ser ninguna obra maestra y sin dejar de caer en determinados estereotipos. Su director, Leigh Whannell se ha formado entre las bambalinas de la obra de James Wan, para quien escribió los guiones de sus primeras películas, Saw, Silencio desde el mal e Insidious además de las innumerables secuelas que tuvieron algunas de estas películas. También hizo sus pinitos como actor en los títulos de Wan pero es evidente que comenzó a sentirse mucho más cómodo cuando escribía y dirigía sus primeras películas. Se estrenó precisamente con Insidious: Capítulo 3, donde salvó el entuerto con dignidad. A continuación filmó la interesante por enrarecida Upgrade y ahora nos llega su último film, El hombre invisible.

Lo primero que le cabe agradecer a la película de Whannell es que sea tan respetuosa con el original literario. Es evidente que lo conoce y que no quiere mancillarlo tal vez por esto se ha alejado considerablemente de él y únicamente lo ha utilizado como punto de partida. Pero es que además, la película de Whannell es como la obra de H.G. Wells una obra moral aunque los términos y condiciones sean muy distintos. En la novela original el científico protagonista era un desequilibrado mental que desembocaba en loco psicópata, en el film de Whannell el hombre invisible que da título a la película es un monstruo antes incluso de que nadie pueda verlo.

El film arranca con Cecilia (una excelente Elilsabeth Moss) huyendo de la casa de su pareja, un tipo que al parecer la maltrata. La escena está filmada con inusitada elegancia y sobre todo resulta toda una declaración de principios con su particular arquitectura de espacios abiertos y estudiados movimientos de cámara. Aunque nos encontremos en un interior todo parece más amplio de lo que realmente es de forma que la amenaza se multiplica tanto como el espacio que contemplamos. La sensación es que Cecilia nunca está a salvo, esté donde esté.

Es por esta razón que a pesar de sus estereotipos de sus forzados giros de guion en la recta final de la cinta, el sabor de boca que deja El hombre invisible de Leigh Whannel es bueno. Lejos aún de la cuidada mala uva de su maestro y mentor, James Wan, se nota que Whannel ha tomado buena nota. Sobre todo porque ha convertido una película como El hombre invisible en un thriller que linda con el terror con notable soltura y que además resulta una propuesta de puro activismo social en un tiempo donde demasiadas mujeres mueren a manos de sus parejas. Sorprendente, aunque como digo, esté un pelín alargada y hacía el final la cosa se enjardine. Supongo que es el peaje que uno debe pagar si quiere que el cine se le llene de adolescentes ansiosos de emociones fuertes.

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