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El nuevo juguete

Crítica

Público recomendado: +7

Sami y su mujer, que está embarazada, viven en una barriada humilde de París. Sami es divertido, popular entre sus vecinos y sobrevive como puede con trabajos de poca monta. Consigue un contrato como vigilante de seguridad en los grandes almacenes Lafayette. Una noche, el hijo del presidente del centro comercial, un niño traumatizado, consentido y solitario, visita los grandes almacenes acompañado de los directivos de la galería comercial para elegir un juguete nuevo por su cumpleaños. Allí el niño y la directiva sorprenden a Sami durmiendo y al ver la reacción del vigilante al despertar, el niño hace una petición sorprendente: quiero eso (por Sami) como regalo de cumpleaños. La trama está servida con una buena premisa: ¿y si un niño rico quiere una persona como regalo?

La situación resulta inadmisible, porque, como repiten al pequeño, en esta sociedad las personas no se compran. Pero también es fácil entrar en la disyuntiva, primero porque desgraciadamente conocemos circunstancias donde las personas son tratadas como objetos. Y, además, porque todo es cuestión de dinero, y eso es muy real. “¿1000 euros por jugar con el niño y mañana se va a su casa?” Le proponen a Sami. “Sí”, responde él. Cuando el niño dice que se lo envuelvan, una vez más, el disparate se arregla sin mayor problema: “¿cuánto pide por que le envuelvan?” “3208 euros”, responde Sami (cifra de una deuda contraída por su cuñado). “Perfecto. Que lo envuelvan”. Asunto arreglado.

Dirigida por James Huth y con guion del propio director, del actor principal y de Sonja Shillito y Mohamed Hamidi, se trata de una adaptación de la película original El juguete (Francis Veber, 1973). Destacan las interpretaciones del propio Jamel Debbouze como Sami y de Daniel Auteuil como empresario, que sin duda consigue con su contención un estupendo personaje.

Se trata de una película con una trama sugerente, llena de giros inverosímiles pero que aceptamos como juego de la ficción, con algunos momentos muy divertidos, como la conversación entre Sami y el empresario a raíz de las reacciones emocionales. Tiene un mensaje humano, a ratos algo empalagoso, pero atinado al reflexionar sobre ideas que parecen a veces olvidadas en una sociedad individualista y materialista.

A pesar de algún momento menos afortunado y la necesidad de conceder a la ficción la suspensión de la credibilidad, especialmente en lo que toca al antojadizo arco de transformación del niño, en su conjunto es una divertida película familiar, con interesantes reflexiones sobre la felicidad y con valores solidarios y familiares.

Javier Figuero

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