Crítica
Público recomendado: Todos
Los libros de El pequeño Nicolás constituyen una célebre y original obra, fruto del feliz encuentro de Jean-Jaques Sempé y René Goscinny, dos artistas franceses que, a mediados de los años cincuenta del siglo pasado, dieron vida a una creación literaria infantil fresca y original, El pequeño Nicolás, que desde su nacimiento inundó con sonrisas la infancia de incontables pequeños y mayores.
Los jóvenes directores franceses Amandine Fredon y Benjamin Massoubre codirigen este homenaje a Sempé y Goscinny, mezclando historias de los libros de El pequeño Nicolás con apuntes de la biografía de sus creadores. Se alude en algunas escenas a circunstancias de la dura infancia del dibujante y el escritor, que tuvo, como contrapartida, el feliz alumbramiento de ese imperecedero personajillo de ficción que llega a escuchar a sus creadores, con quienes mantiene una permanente conversación durante la película: “tú eres inmortal, pequeñajo, René y yo te creamos, y ahora seguiremos vivos gracias a ti”.
En una entrevista, uno de los codirectores, Massoubre afirma que la película en realidad es “el sueño de una infancia que sus creadores jamás tuvieron y que les ayudó a superar sus propios traumas. Para Amandine (codirectora) y para mí la película es un cántico a las delicias de la infancia, la habilidad de jugar y crecer, a la maravilla de contar historias y la pericia de la mirada infantil”. Toda la historia sondea los entresijos del arte magistral de Sempé y Goscinny, que muy a menudo se enfrentaban a la página en blanco con la energía de una fecunda colaboración entre amigos.
La película está llena de momentos deliciosos repletos de espontaneidad. ¿Cómo se consigue que un sencillo viaje en tren del pequeño Nicolás y sus amigos durante un campamento de verano se convierta en una sorprendente vuelta a la infancia que despierta recuerdos nítidos y mágicos? Se trata de una historia para todos los públicos y cada uno disfrutará con perspectivas muy distintas, pero, sin duda, a los más veteranos les llevará a territorios insospechados.
Con una animación cuidada, diseño del sonido sugerente, banda musical alegre y fresca, tratamiento del color exquisito y una narración, storytelling, que contribuye de una manera muy eficaz a toda la historia, el resultado final roza la obra de arte.
El pequeño Nicolas es un canto a la amistad, a la creatividad y el arte, a la familia y, sobre todo, a esa infancia llena de inocencia, alegría, vitalidad y ganas de divertirse, que desgraciadamente sus creadores solo pudieron experimentar en papel y de la mano del pequeño Nicolás, para delicia de todos los que hemos disfrutado con él.
La película es un claro ejemplo de cómo convertir el propio sufrimiento en brote de felicidad para los demás. Si hay acontecimientos que es mejor no perderse, uno de ellos es, sin duda, esta deliciosa versión cinematográfica de El pequeño Nicolás.
Javier Figuero