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El profesor de persa

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +16

Digámoslo claramente: por mucho que la película diga estar “inspirada en hechos reales”, la historia de Reza Joon es ficción y, como tal, debe verse esta película. No se trata, pues, de cine histórico sobre un episodio del Holocausto -lo que el gran Raul Hilberg llamó “la destrucción de los judíos de Europa”- sino de un largometraje ambientado en el periodo, pero basado en un relato escrito por Wolfgang Kohlhaase y titulado “Invención de un lenguaje”.

El canadiense-estadounidense Vadim Perelman (Kiev, 1963) -a quien conocíamos, sobre todo, por “Casa de arena y niebla” (2003) y “La vida ante sus ojos” (2007)- ha partido de esa narración para dirigir esta película que, sin embargo, sí ha tratado de ser fiel a la ambientación general de una trama muy difícil de creer.

Corre el año 1942. En un campo de tránsito -Perelman dice haber tomado como referencia el de Natzweiler Struthof, entre Francia y Alemania- el judío Gilles (Nahuel Pérez Biscayart) se hace pasar por persa para salvar la vida. Tendrá que enseñar farsi al capitán Klaus Koch (Lars Eidinger) en una espiral de tensión entre el peligro constante de muerte -ejecuciones, hambre, trabajos extenuantes- y la invención continua de un idioma que se supone que sabe.

La dirección de actores y la interpretación es extraordinaria. Destacan por derecho propio Pérez Biscayart y Eidinger, pero hay que citar a la constelación de magníficos actores alemanes -algunos de ellos conocidos en España gracias a series como Deustchland 83 y Babylon Berlin- que dan vida al cabo Max (Jonas Nay), al comandante del campo (Alexander Beyer) y a la encargada de la cocina Elsa (Leonie Benesch). El argumento es pura ficción, pero estos actores le dan una fuerza irresistible.

En efecto, esta película invita a reflexiones que van desde la deshumanización de los campos, esa institución intrínseca a los totalitarismos, hasta las luchas de poder y las rivalidades entre los perpetradores de la Shoah. Por la pantalla, desfila la desesperación de enseñar aquello que se desconoce, pero también la dignidad de todo ser humano que el nombre y la palabra simbolizan. En la mejor tradición de la Sagrada Escritura, “El profesor de persa” es un canto a la memoria, que es en la tradición judía como una brújula que nos indica hacia dónde dirigirnos y un trampolín que nos impulsa y nos eleva.

No desvelaremos el final, naturalmente, pero baste señalar que son tantos los giros y las sorpresas que el espectador estará pegado a la pantalla durante los algo más de 120 minutos que dura la cinta.

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