Crítica
Público recomendado: +16
Casi un año y medio después de su estreno en el Festival de cine de Berlín, y tras haber obtenido, con la máxima de las discreciones, la Espiga de Oro en la pasada edición de la SEMINCI de Valladolid, al fin BTeam ha cometido la increíble audacia de lanzarse a distribuir en nuestro país El regreso de las golondrinas, un título absolutamente falto de correspondencia para el film chino Yin Ru Chen Yan. Se antoja más atinada -y, posiblemente, más próxima al original- su traducción al inglés: Return to Dust. Es improbable que lo cristiano este título, que apela a la fórmula de imposición de la ceniza al comienzo de la Cuaresma, fuese el desencadenante de que la premiada cinta se viese censurada en todas las plataformas de China pocos días tras su estreno. La decisión se deberá, con mayor probabilidad, a su nada verdad crítica de la China rural. Y, sin embrago, en efecto, se trata de un film que irradia cristianismo en cada uno de sus fotogramas.
No podía ser de otra manera, dado que los protagonistas Cuarto Hermano (también llamado Ma o Hierro, interpretado por Renlin Wu) y Cao Guiying (fabulosa Hai Quing) cumplen todos los principios básicos de las bienaventuranzas: son pobres y mansos, les vemos llorar y les vemos sufrir el hambre y la sed (también de justicia), mostrarse misericordiosos, rechazar toda violencia y ser perseguidos y ridiculizados tanto por su familia como por los extraños. A pesar de todo, han logrado mantener la limpieza de la mirada, que es la limpieza del corazón. Y es esa mirada la que obra el milagro. Ambos se conocen en casa de él, rodeados de sus familias y de la casamentera, ya que la pareja surge de un matrimonio amañado: no hay modo ya de hacer que un hombre entrado en años y una mujer estéril, traumatizada por los golpes y enferma de enuresis sean deseados por nadie, ni en los más recónditos rincones de la China rural. Allá comenzarán los tristes cónyuges su andadura, en el último pueblo del gigantesco país. Allí construirán, mano a mano, formando ellos mismos los ladrillos del barro de la tierra que cultivan, los muros de su casa. Y poco a poco, como quien no quiere la cosa, a pesar de todas las dificultades, conseguirán amarse, podría incluso decirse que llegarán a enamorarse profundamente.
El relato de Ruji Li, quien no solo está a cargo del guion, sino también de la soberbia fotografía que sostiene este poema de dos horas de duración, avanza lentamente, sin estridencias, al golpe del ritmo del devenir de las cuatro estaciones. La cámara de Li, que prefiere los planos largos, como si tuviese demasiado pudor ante los sentimientos de los personajes que vemos evolucionar lentamente, consigue hacer manar poesía del suelo polvoriento del campo chino, del mismo modo que Ma y Cao extraen de él los ladrillos de su hogar, aquel que nunca esperaron tener y que acaba por llenarse de sus risas y su ternura.
El regreso de las golondrinas es una obra trascendental y trascendente que, en su humildad, tan cierta como la de sus protagonistas, esconde, como ellos, inmensos tesoros de humanidad. Es por ello mismo que su visionado, aunque delicioso, no es sencillo: se trata de un pequeño manjar, que exige, para ser degustado, de paciencia y actitud contemplativa. Desista de ir a verla el lector que no quiera acceder a la sala pertrechado de estos dos atributos. Para el resto, solo se puede recomendar una cosa: disfrútenla en pantalla grande. Son escasas las películas que, en medio de la vorágine de nuestro mundo a la carrera, del consumismo, de las relaciones líquidas vía Tinder o Badoo, consiguen funcionar como un colirio o un antídoto, devolvernos un poco de la mirada clara que habita en el fondo de todo lo genuinamente humano.
Rubén de la Prida