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El reino de los monos

Caratula de "El reino de los monos" (2015) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Adultos 

El reino de los monos es una película de animación de coproducción italo-francesa. Aparentemente podría parecer infantil, sin embargo, no queda claro en qué terreno se mueve. Sigue una historia con tintes ciertamente adultos a nivel de acontecimientos y de humor, como podría suceder en otras películas como Shrek; y, sin embargo, El reino de los monos nada tiene que ver con estas películas.

Narra la historia de un mundo prehistórico donde conviven simios con dinosaurios y otras especies fantásticas. En este mundo, el rey de los monos se ve ante el dilema de tener dos hijos mellizos: un primogénito debilucho y un segundo fuerte y robusto. Y decide deshacerse del primogénito para tener un heredero a la altura de lo esperado. El protagonista de esta historia es Eduard, el hijo desterrado, que crece sin saber que es hijo de un rey, apartado del sistema organizado de los monos.

En este contexto, gracias a Eduard, que va haciendo descubrimientos e inventando cosas, el reino de los monos irá dirigiéndose hacia otro tipo de sistema: un sistema más desarrollado, con avances que les harán encaminarse hacia la civilización. Con esta premisa se elabora un retrato social, a través de los monos que empiezan a civilizarse y a organizarse.

La película entera se estructura en cimientos pobres: la premisa de la historia no es demasiado coherente: retrata el mundo de los monos como un mundo cruel y salvaje, para más adelante hacerlo ameno y entretenido, y para volver sobre la crueldad más adelante, y en este vaivén constante oscilan historia y personajes.

Los acontecimientos que van haciendo avanzar la maquinaria narrativa son accidentes. Todo avanza por accidentes, apenas verosímiles, sin dejar de aportar inconsistencia a la trama.

La incoherencia de la película se encuentra, pues, en varios niveles: a nivel de trama, a nivel de personajes, y también a nivel de estilo, pues la película pasa de un infantilismo absurdo a unos tintes de humor negro que tampoco salen muy airosos, con expresiones modernillas fuera de lugar y bromas crueles.

La animación, por otro lado, no está demasiado pulida: los personajes se mueven con movimientos rígidos, poco adecuados a la agilidad de los monos.

Tiene algún aspecto interesante: alguna broma puede hacer gracia por lo desenfadado, y en el retrato del mundo de los monos entra algún aspecto curioso, como el deporte que practican, una suerte de balonmano en el aire en el que se mueven por lianas pasándose un coco. Sin embargo, el groso de la película consiste en todo un compendio de extraños mecanismos que cambian de tono de forma inentendible a cada minuto de metraje, pasando de lo ingenuo a lo cruel y a lo absurdo en apenas unos instantes, y la película termina por ser un caos inconsistente.

El reino de los monos es, en esencia, una película incoherente, falta de consistencia desde la base, para la que es difícil esclarecer a qué tipo de público se adecúa, y con poco que aportar.

 

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