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Eternals

Caratula de "Eternals" (2021) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +12

Por momentos, el visionado de Eternals equivale a presenciar un suicidio: el de Chloé Zhao.  Al finalizar sus dos horas y media de metraje -un tiempo largo, larguísimo, cuya percepción subjetiva hace honor al título del film- uno no puede por menos que llevarse las manos a la cabeza y lamentar la pérdida de una de las mayores promesas del cine independiente americano. La directora de origen chino debutó en el festival de Sundance con su ópera prima Songs My Brothers Taught Me (2015), prosiguiendo después su ascenso meteórico al ser premiada en Cannes por la áspera The Rider (2017) y en Venecia -nada menos que con el León de Oro- y Toronto por la formidable Nomadland (2020), que también triunfó en los Oscar. Era, por ello, de esperar que Eternals, con la que se inaugura la Fase 4 del Universo cinematográfico de Marvel, supondría una revolución en el cine de superhéroes, acaso a través de una reescritura de los códigos del género como la que llevaran a cabo -aún en papel- Alan Moore y Frank Miller para la DC, allá por 1987. Pero, a juzgar por la cinta misma y por las propias declaraciones de Zhao, la mayor revolución del film consiste en incluir la primera escena de sexo y el primer beso gay de los filmes de Marvel. Ajá.

Cuando uno de los -¡él sí!- grandes revolucionarios del séptimo arte, Martin Scorsese, afirma que las películas de superhéroes son lejanas a la esencia primigenia del cine, se le debe tomar en serio. Hay excepciones, claro está. ¿Quién duda, por ejemplo, de que Spiderman: un nuevo universo (Spiderman: Into the Spider-Verse, Peter Ramsey, Bob Persichetti, Rodney Rothman, 2018) es una joya de la animación por ordenador y un estupendo trabajo de ingeniería narrativa? Pero no se puede por menos que estar de acuerdo con el juicio del italoamericano a la vista de filmes como Eternals, que se antojan un insulto al intelecto del respetable. Ciento cincuenta y siete minutos de personajes planos -pero eso sí, multiétnicos y con la presencia destacada de un varón de color homosexual- dándose de bofetadas entre sí y contra los deviantes, unos ridículos monstruitos animados en CGI. Un argumento mínimo apoyado en un guion asimismo enclenque, cuya supuesta corrección política no le impide, sin embargo, abundar en los clichés raciales -el superhéroe afincado en Bollywood y su adiposo cámara- o incluso de género, con una pobre Angelina Jolie degradada al rol de mujer florero. Con espada, eso sí. Que no se diga.

En fin, que resulta difícil de entender. Que no sabe uno qué suculentos manjares, qué ínsulas extrañas le ha tenido que ofrecer la Disney a la otrora sólida Zhao para dirigir no ya un blockbuster, sino una aberración. Solo queda esperar que la hija de Sundance, a la sazón la segunda mujer de la historia en recibir el Oscar de Hollywood a la mejor dirección, recapacite. Y nos vuelva a regalar sus telúricos wésterns de desheredados perdidos en la inmensidad de desérticos paisajes. Quién sabe. Si hay algo que nos enseñan los Eternals es que la esperanza es lo último que se pierde. ¡Ah! Y que la verdad nos hará libres. Aunque eso me suena haberlo escuchado antes en otro lugar…

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