Crítica
Público recomendado: +12
Llega a nuestras pantallas, después de un largo y complicado proceso de producción, la primera película de Flash, uno de los personajes más importantes de los comics de la editorial DC. Con un universo cinematográfico a punto de ser reiniciado, resulta difícil pensar que estas últimas películas del régimen anterior encuentren un público muy interesado.
Barry Allen sigue trabajando como forense y actuando como el justiciero Flash, pero no consigue encontrar las pruebas que demuestren que su padre no mató a su madre. En un momento dado, Barry decide viajar atrás en el tiempo para salvar a ambos, desencadenando una ruptura en el universo de consecuencias impredecibles.
El director argentino Andy Muschietti tenía ante sí una difícil papeleta, ya que Flash es algo más que una película para los directivos de Warner y DC. Debido a la capacidad del personaje para viajar en el tiempo y cruzar universos paralelos, se decidió que su película serviría para “resetear” la rama cinematográfica de DC, que había iniciado brillantemente Zack Snyder con El Hombre de Acero y Batman v Superman. A pesar de que dichas películas consiguieron buenos resultados comerciales, el estudio pensaba que podía ganar más copiando el estilo más colorido y humorístico de Marvel. Por lo tanto, querían que la película de Flash borrara los acontecimientos de las películas de Snyder, así como a los propios personajes de Batman y Superman tal como se habían presentado. Cabe notar que desde que se prescindió de Snyder y se cambió el tono de las películas, el universo compartido de DC ha ido de fracaso en fracaso (vistas las cifras del primer fin de semana, Flash sigue esa tendencia), con la excepción de Aquaman (2018, aunque procedía de la época de supervisión del propio Snyder) y el corte de La Liga de la Justicia de Zack Snyder (2021), que se estrenó en streaming gracias a una campaña de peticiones de los fans cuatro años después del batacazo de la versión pergeñada por el estudio y el director Joss Whedon.
Las huellas de la intervención del estudio, por lo tanto, se dejan notar por toda la película de Flash, que se siente recosida y manoseada, como aquella Liga de la Justicia de 2017. A eso se añade un serio problema para una película de este género: unos deficientes efectos visuales, que bordan lo vergonzoso en algunos momentos. Y como viene siendo habitual, una excesiva carga de humor tonto, en el enésimo intento fútil de copiar la fórmula Marvel.
Sin embargo, a pesar de estos problemas, hay que decir que Muschietti consigue salvar la película gracias a que encuentra el centro emocional de la misma, el drama familiar de Barry Allen, que se beneficia de algunas escenas realmente bien escritas, y de la interpretación de Ezra Miller y Maribel Verdú.
Otro punto fuerte es la presencia de Michael Keaton, que vuelve al papel de Batman 30 años después, y lo hace con tal aplomo y presencia que da la sensación de que podría seguir haciéndolo varios años más.
La película consigue entretener con una historia interesante, a pesar de algunos hachazos de montaje y conveniencias de guion. No logra superar los malos efectos visuales y el humor infantil, pero al menos ofrece un entretenimiento decente gracias al buen hacer de su director y algunos de sus actores. El festival de cameos una vez se abre el multiverso podría resultar enternecedor, de no estar tan lastrado por la mala calidad de los gráficos.
En definitiva, una película con algunos ingredientes muy buenos y otros muy malos, lo cual resulta una decepción en un producto tan esperado. Una más en un universo DC que continúa perdido, como Flash en el multiverso, desde que renunció a las señas de identidad con las que arrancó de forma tan prometedora.
Federico Alba