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Furia

Caratula de "Furia" (2019) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

Paul (Adama Niane) y Chloé (Stéphane Caillard) se han ido de vacaciones con su hijo. Al volver, su casa ha sido tomada: la niñera de Louis y su marido han ocupado la vivienda y no hay manera legal de recuperarla. Paul se encuentra todas las veces con un muro burocrático al acudir por ayuda y asistencia al Estado francés, su abogada parece no ganar una, y su mujer está sorprendentemente en calma. Paul, en cambio, anida iras y frustraciones, por demás justificadas, que no hacen sino aumentar. Un tercer principal, Mickey (Paul Hamy), un hombre fornido y violento que se encarga del lugar donde ahora viven —un aparcamiento de furgonetas— será quien seduzca con éxito a Paul lejos del camino de la legalidad para tratar de retomar la casa. Con paciencia y aplomo puestos a prueba en cada paso que da, Paul busca en la pandilla el apoyo que las instituciones no le brindaron.

Furia (2019, Olivier Abbou) parece en principio un drama social, un subgénero que se les da bien a los franceses. Tal vez lo sea, no queda del todo claro. Sin embargo, en esta primera parte el score musical trata de hacerlo thriller a la fuerza, hasta que se transforma, de nuevo a la fuerza, en el llamado home invasión movie, ese subgénero del terror donde los bárbaros se hacen con el hogar de los protagonistas. La violencia y la imposición son moneda corriente en la cinta, tanto en la diégesis como en el montaje y sus transiciones entre géneros. Así, tras lo que parecía solo una anécdota social y matrimonial, Abbou nos deja solos ante una resolución al estilo Perros de paja (1971, Peckinpah) y asimismo, tal vez, a un cierre como el de un desmejorado Ojos bien cerrados (1999, Kubrick). Y es que al parecer, y por lo que Abbou va dejando caer, se trata de la masculinidad de Paul (o del hombre occidental) y los retos a los que esta se enfrenta.

Uno de esos retos es la propiedad privada: como si de una advertencia se tratase, Abbou pareciera no solo denunciar a los Estados que procuran la violación de la propiedad privada al amparar al criminal y dejar al propietario a su suerte, sino decir (no está claro si a modo de denuncia o de propuesta) que la defensa de aquella debe o solo puede darse en términos violentos. Así, dicho enfrentamiento no será con quien se ha aprovechado vilmente de la ambigüedad y blandenguería legal –puesto que aún estaría, a pesar de lo injusto, “dentro de la ley”–, sino directamente con los salvajes, los bárbaros, aquellos con quienes no hay negociación ni entendimientos posibles. Una posible referencia (aunque puede que sea puro deseo el que lo vea así) al islamismo asentado en la propia Francia.

Furia es desentonada, “frankenstéinica”. Se intuye una intención de hacer un thriller terrorífico a partir de un detonante social realista, pero todos (me gustaría pensar) conocemos el desastre al que se puede llegar partir de buenas intenciones.

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