Crítica
Público recomendado: +16
El estreno de Golda, película sobre la guerra de Yom Kippur de 1973 que enfrentó a Israel con Egipto, Israel y Jordania, se estrena en un contexto en el que Israel está nuevamente en guerra, esta vez con Palestina. Coincidencia o no -el estreno se retrasó tras los atentados de Hamás que dieron inicio a la guerra- es un hecho que nos hace más conscientes del horror que se repite estos días en esas tierras.
Con la narración del día a día de los 19 que duró el conflicto, se echa de menos contexto histórico, especialmente importante para entender este tipo de enfrentamientos tras la creación del Estado de Israel en 1948.
Apenas aparecen escenas del campo de batalla, solo una y es la visión nocturna desde un helicóptero. No se ven heridos, y la sangre que aparece pertenece a otra lucha que combate la primera ministra israelí, la suya personal contra el cáncer. No obstante, la ausencia de imágenes cruentas de la guerra no le quitan un ápice de angustia y drama al film. Guy Nattiv, director, penetra en la mente de Golda Meir, que sin ser experta militar debe tomar decisiones que implican la muerte de miles de hombres y el futuro del Estado de Israel. Lo hace sin que le tiemble el puso, pero sin olvidar que todos ellos tienen nombre y apellidos: «voy a crear un ejército de viudas y huérfanos», repite en varias ocasiones.
El espectador entra en una cabeza que sufre ansiedad, que tiene pesadillas, que llora cada muerto -apuntado en una libreta para que no se olvide-, que asume toda la responsabilidad. Es su punto más fuerte, Guy Nattiv hace humana a una mujer convertida en mito. Es una mujer débil, que se está muriendo sin que nadie lo sepa, que se enfrenta con dolor a decisiones morales muy difíciles, que casi no se atreve a mirar a la cara de su taquígrafa, sabiendo que su hijo se encuentra en la lista de las bajas, que no puede levantarse de la cama sin la ayuda de su asistenta personal, que carga con el peso de la culpa de no haber estado preparada.
Sin embargo, la tensión magistral de las escenas en la sala de mandos, desde la que se toman todas las decisiones y se puede escuchar el minuto a minuto de las batallas, se intercala con otras de reuniones que no logran mantener esa tensión y que, especialmente en los minutos centrales, pueden resultar aburridas.
Mención aparte merece la magistral interpretación de Helen Mirren, que se pone en la piel de la primera ministra Meir con una caracterización digna de premio. Apenas de reconoce a la actriz , lo que permite intercalar imágenes reales de la época en las que aparece la verdadera Golda sin desentonar.
Elena Santa María
https://www.youtube.com/watch?v=VJ9JhfiiJE0