Generic selectors
Exact matches only
Search in title
Search in content
Post Type Selectors

Holy Spider

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

En 2018, el director y guionista de origen iraní -aunque nacionalizado danés- Ali Abbasi sorprendió a propios y extraños con Border, una película hipnótica, cruda, compleja, pero saturada de un singular humanismo. Un film para el debate y la reflexión, en cualquier caso. Prescindiendo de la parte mágica y naturalista de aquella obra, que obtuvo el premio de la mítica sección Un certain regard del festival de Cannes, Abbasi realiza en Holy Spider una radiografía sociológica de su Irán natal, poniendo bajo la lupa un tema tan complejo como es el del fanatismo religioso. ¿El modo de hacerlo? Aplíquense aquí, de nuevo, los epítetos mencionados más arriba.

En la ciudad santa de Mashhad, en Irán, un devoto padre de familia, Saeed Hanaei (impecable Mehdi Bajestani), decide emprender una personalísima cruzada para extirpar la prostitución del suelo santo que, según él, es profanado por las meretrices del lugar. Cada noche, provisto de un buen fajo de billetes como cebo, Saeed saldrá en su moto a la caza y captura de una nueva prostituta, siendo siempre fiel al mismo modus operandi. Esta cadena de asesinatos será objeto de la investigación de la periodista Arezoo Rahimi (soberbia Zar Amir Ebrahimi, premio a la mejor interpretación en Cannes), que no conocerá límites a la hora de frenar al feminicida.

Sin duda, el argumento de base no deja de ser típico de un thriller de asesinos en serie. Inusuales resultan, sin embargo, tanto el modo de narrar de Abbasi, altamente simbólico, como las implicaciones morales y políticas de un film que, a pesar de su violenta condena en Irán, consigue huir de todo maniqueísmo. Como el propio Abbasi declaraba en una entrevista, se antoja difícil no experimentar cierta simpatía por un hombre que, a pesar de sus manos manchadas de sangre, es capaz de sentir remordimientos, de jugar con sus hijos, de rezar a su dios. Un dios con minúsculas, eso sí, porque aquel a quien Saeed alaba no es el Dios Uno y Creador central también a la religión musulmana, sino un dios pequeñito, reducido. Un dios utilizado como sustento de una psicopatía, un dios de las ideas por delante (y por encima) de las personas, un dios violento, fanático. Un dios que no es más que la proyección de un cruel y cruento imaginario social, heredado -como pone de manifiesto el escalofriante e inolvidable final- de una generación a otra. Dios, sin embargo -el de las mayúsculas- es el Gran Iconoclasta, como afirmaba Lewis en su magnífica obra Una pena en observación: se goza en destruir una y otra vez las imágenes erróneas de Él que nos forjamos, como sucederá en efecto y de modo trágico en el caso de Saeed.

Afirmar que Holy Spider es una película contra el islam resultaría arriesgado y superficial, si no radicalmente equivocado. De hecho, el film de Abbasi parece dialogar, en cierto modo, con El sabor de las cerezas (Ta’m e guilass, 1997), la obra maestra del asimismo iraní Abbas Kiarostami, con la que constituye una suerte de díptico que muestra las dos caras del islam: la más humana, amable y profunda, y la más fundamentalista. Holy Spider es, sobre todo, un eficaz alegato contra el fanatismo, venga de donde venga. Para el espectador creyente, además, constituye una valiosa advertencia contra los peligros de usar el nombre de Dios en vano, de intentar encerrarlo en categorías rígidas, impersonales y muertas.

Rubén de la Prida

Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad