Crítica
Público recomendado: +18
Quinta y por ahora última entrega de la famosa saga de terror que comenzó James Waan en la dirección y su habitual colaborador Leigh Whannell que además se reservó un papel, grandes maestros en el género y que han ido dejando obras notables. En esta ocasión Waan ejerce como productor y dirige Patrick Wilson, protagonista de los dos primeros filmes, quien se estrena tras las cámaras y hace un buen trabajo.
La familia Lambert lo ha pasado mal, realmente mal. Dalton, el hijo mayor, fue poseído por un horrible espíritu y el padre tuvo enormes dificultades para traerle de vuelta, tanto que al final él mismo fue poseído después y costó aún más traerle de vuelta. ¿Solución? La hipnosis para que padre e hijo olviden todo y se haga como que nada ha pasado. Pero aun así, tras nueve años, el resultado es bastante cuestionable: padres divorciados, relación muy mala entre padre e hijo y muchas tensiones de fondo. Ahora parece que esos entes tan peligrosos vuelven con más fuerza que nunca y deben estar juntos para hacerles frente de una vez por todas.
Como ya van cuatro películas y es difícil sorprender, Wilson opta por una decisión muy inteligente: ofrecer buenos sustos, porque los hay y funcionan, pero ante todo centrarse en la relación padre-hijo, esa que es tan necesaria en los niños y, aún más, en los adolescentes. Y por ahí salen los mejores mensajes: es primordial contarse las cosas, comunicarse, apoyarse mutuamente y estar juntos en los momentos difíciles. Básicamente ser una verdadera familia, unida y comprometida. Quizás se habría agradecido algún mensaje más positivo y contundente sobre ese “más allá” de claras influencias religiosas ya que se araña pero no acaba de arrancar.
Al buen resultado ayuda una atmósfera siempre inquietante y unos actores perfectamente metidos en su papel, aunque esta vez Rose Byrne cede protagonismo para dar más importancia a un magnífico Ty Simpkins y una joven Sinclair Lewis que le acompaña estupendamente. Se agradece que vuelva todo el elenco original y se les nota cómodos en sus papeles.
Deja la puerta abierta (nunca mejor dicho y permítaseme el chiste fácil) para una futura entrega, sin embargo si no la hay esta conclusión es muy aceptable. No es perfecta porque Wilson no tiene las tablas de Waan en la dirección, pero ha hecho un buen trabajo que merece ser visto en pantalla grande y con el mayor silencio posible.
Miguel Soria