Crítica

Público adecuado: Jóvenes

Nos llega con casi un año de retraso esta curiosa muestra de mezcla de géneros: ciencia-ficción, thriller, road movie y drama familiar. A pesar de mostrar buenas intenciones y algunas ideas originales, el guiso no termina de cuajar.

Eli es un niño que encuentra en un edificio abandonado unos extraños soldados futuristas muertos, a los que les quita un arma enormemente poderosa. Dicha arma le será de gran ayuda cuando tenga que huir junto a su hermano adoptivo de unos
gangsters y de agentes federales.

Kin supone el debut en la dirección de unos gemelos australianos, Jonathan y Josh Baker, que basan la película en su propio cortometraje, Bag Man (2014). Los productores de la popular serie Stranger Things vieron dicho cortometraje en un
festival, y ofrecieron al dúo de hermanos debutar en el largometraje con bajo presupuesto. Y quizás de su origen procedan algunos de los problemas de la película: como suele ocurrir cuando se adapta un cortometraje a formato largo, el ritmo y la
narración se resienten, dando la sensación de que la historia se ha estirado artificialmente. En Kin esto se nota sobre todo en la parte inicial, ya que la película tarda bastante en arrancar.

Por otro lado, el escaso presupuesto hace que sea difícil para los directores moverse con soltura en un género tan exigente en el aspecto visual como es la ciencia-ficción. Si bien es cierto que los hermanos Baker encuentran algunas soluciones de puesta en escena bastante ingeniosas, la escasez de medios lastra muchas de las escenas.

Por lo demás, la película contiene varios guiños a películas de ciencia-ficción de los 80 y los 90 (fórmula de éxito en la mencionada serie Stranger Things), en especial Terminator y su secuela. La dinámica entre los dos hermanos adoptivos está bien llevada, y el villano interpretado por James Franco es suficientemente amenazador para mantener el interés de la persecución sobre la que gira la trama.

Finalmente, la película supone un elogio a la familia como núcleo de ayuda y protección desinteresada. Lamentablemente, este edificante mensaje no está sustentado en una historia plenamente satisfactoria, y con un aparato formal que queda por debajo del listón que los mismos autores se plantean.