Crítica
Público recomendado: Familiar
Siete años después de la tercera película llega la cuarta entrega del oso panda más famoso de la gran pantalla, dirigida con acierto por Mike Mitchell y Stephanie Stine con libreto de dos veteranos en la animación como Jonathan Aibel y Glenn Berger. Levanta el vuelo tras el anterior filme pero no alcanza el aire fresco del primero.
Po, quien se convertirá en el Maestro Espiritual del Valle de la Paz, busca a su sucesor como el nuevo Guerrero del Dragón mientras lucha contra una nueva enemiga llamada “La Camaleona”, capaz de transformarse en cualquier criatura y de robar las técnicas de los grandes maestros.
Pixar solo hay una y, aunque hoy en día pasa por una crisis de identidad por culpa de algunas innecesarias concesiones a la ideología woke y varios guiones por debajo de lo que es capaz, pocas empresas de animación saben hacer bien las cosas no una sino dos, tres o hasta cuatro veces. Eso pasa con Toy Story, cuyas cuatro entregas son fabulosas, incluso con una cuarta que nadie esperaba ni pedía, pero aun así la cosa les salió bastante bien y aportaba ideas muy buenas. Pero esto es DreamWorks y, aunque hay mucho esfuerzo, la base de la película no acaba de dar la talla: guion, guion y más guion. Porque aunque Kung Fu Panda 4 tiene vistosísimas secuencias, todas muy coloridas, y una maravillosa banda sonora con Hans Zimmer al frente, el guion es el justito: otra vez Po se enfrenta a un villano de enorme poder y, otra vez, si lo hace solo fracasará, pero si se apoya en los demás… fin de los spoilers, aunque la verdad es que es bastante previsible.
Desde luego hay mensajes positivos en torno a la familia, a aceptar el cambio aunque pueda dar miedo, a madurar, a la superación personal, a la amistad y a ser mejores, incluso una mirada al más allá, a esa vida futura que nos ganamos en esta vida terrenal. Mensajes que se agradecen pero que, en realidad, están llevados de una forma muy normalita, sin el encanto y profundidad que sabe dar la factoría del flexo saltarín.
Y aparte está el doblaje, que en español vuelve a correr a cargo de Florentino Fernández ‘Flo’ para el protagonista, quien hace lo que puede para mejorar, y lo logra, pero sigue palideciendo cuando suena cerca de grandísimos maestros como Ricard Solans, Juan Fernández o Jordi Ribes. Enésima demostración de que ser humorista y hacer voces en tus ratos libres o en monólogos no te hace ser actor de doblaje: se empieza siendo actor, y Florentino no lo es.
Queda en todo caso una cuarta entrega muy intensa y divertida, con mensajes positivos y sin concesiones progres, que no da un minuto de respiro y gustará a toda la familia.
Miguel Soria