Crítica

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Uno de los formatos de los documentales puede bien responder a la famosa pregunta qué-pasó-con… Porque nadie ha oído hablar de La Singla, entre otras cosas, por un tema de edad. La Singla fue una famosa bailaora flamenca de los años 60 y que tuvo una carrera más que notable. Fue una celebridad en los festivales de Alemania en los que se fusionaba flamenco y jazz, llegó al cine y actuó para algunos de los más grandes artistas internacionales, pero de la noche a la mañana, un día desapareció.

Este documental bien podría haberse llamado “La mirada”. En fotos y en vídeos, ver a la Singla bailar es un impacto, porque es fuerza y esos ojos, bien fueran en la tensión del baile o en el descanso de la foto familiar nos conquistan sin remedio pero a su vez nos hablar de un misterio y de un fuego interior que abrasaban a la artista. Y es que La Singla era sorda, por una posible meningitis de pequeña. Una niña silenciosa que solo con mucha dificultad pudo aprender a hablar años después y que se servía de las vibraciones y de la vista de las palmas y de las manos de los guitarristas para conquistar con su baile. Nació en el barrio gitano de Somorrostro, cuyas chabolas fueron demolidas en uno de los ensanches de Barcelona. Su baile cautivó y la hizo crecer; ella sacó en el baile todo su ímpetu, toda la fuerza abrasadora que no quedaba atrapada dentro, por sus dificultades de comunicación. Y de todo eso daba testimonio su mirada. Así que, con esa carrera brillante, en medio de la fama y con contratos en activo, sin dejar de actuar nunca, ¿cómo es que desapareció? Solo quedó una carta de despedida a su agente, y rumores de su muerte hace décadas.

A partir de esa carta, una joven investigadora sevillana se propone saber de ella, y logra reconstruir partes de su pasado, pero lo más importante sigue sin esclarecerse. Nos recordará mucho en su trayecto al más grande de los documentales que-pasó-con, el oscarizado Searching for Sugarman.  Buscando a La Singla es también una labor de justicia porque la mirada de La Singla no deja de hechizarnos.

Pablo Gutiérrez