Crítica

Público recomendado: + 18

La liberación sexual es algo que ya viene de lejos. Woodstock, The Doors, Janis Joplin, los hippies, la familia Manson,… Estados Unidos impuso esa moda cool a finales de los sesenta manifestándose contra Vietnam, con aquel “haz el amor y no la guerra” que se quedó como graffitti en nuestro inconsciente colectivo.

Sin embargo, este documental de NETFLIX defiende que en nuestros días ha llegado una nueva liberación sexual, con un significado distinto. La novedad, según se nos cuenta, está fundamentalmente en que, gracias a la educación pornográfica recibida, se ha producido una separación del sexo y el amor sin precedentes. Los jóvenes a los que se entrevista afirman que las chicas con las que se acuestan son como mercancías que consumen. No sienten nada por ellas. No las vuelven a ver. No se quedan con su teléfono ni nada. No son más que una muesca en su cinturón.

Se podría decir que en las vacaciones es donde se ve realmente quién es uno, porque tiene la libertad para hacer lo que más valora. En este caso, en Florida y Cancún, una barahúnda de universitarios escoge desconectar todo componente racional y dedicar la interrupción de sus clases por Pascua a beber hasta perder el conocimiento e intentar tener cuantas más relaciones sexuales mejor: lo que ellos entienden por fiesta.

Poco a poco, entrevista tras entrevista, plano tras plano, aparece ante los ojos del espectador el tóxico paradigma de masculinidad de esta población seleccionada. Ser hombre para ellos es ser alguien poderoso que exhibe su poder en forma de retahíla de mujeres con las que se han acostado. Ellas se convierten en meros abalorios que se suceden en un collar que los machos depredadores lucen en sus hercúleos cuellos.

Pero la imagen de la feminidad tampoco es nada halagüeña. Desde niñas, las mujeres han aprendido en los medios de comunicación que su valor depende de tu imagen, de tu cuerpo entendido como objeto de placer, y del número de validaciones positivas externas recibidas. Sus maestras son Beyoncé, Kim Kardashian, Lady Gaga, Rihanna, Miley Cyrus y tantas otras. De ahí que adopten una sexualización de la propia apariencia y opten por la exhibición del propio cuerpo. Todo como un modo de mendigar el reconocimiento masculino, que en este desgraciado caso, se expresa a través de desenfadados besos y magreos, y del casual sex.

Liberated es un arma cargada por el espíritu del “MeToo” y el “No es no”. Sin embargo, el proyectil que acaba disparando contra nuestra sociedad atraviesa muchas más capas que las previstas por el feminismo de género. Si uno está atento al documental se da cuenta de que la denominada “cultura de la violación”, que nos hace pensar aquí en el fenómeno de la “manada”, tiene mucho más que ver con el absoluto nihilismo en que nos criamos y con la falta de experiencia real del amor en la vida de estos chavales, que con un supuesto hetero-patriarcado.

El espectáculo resulta denigrante. Chavales que juegan a ser felices y no paran de infligirse heridas. El deseo humano en toda su infinita exuberancia. Y la constatación de que, si éste no encuentra un amor a su altura en el que descansar, acaba convirtiéndose en un arma contra uno mismo y contra los demás.