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Little boy

Caratula de "Little Boy" (2015) - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes

Little boy es la segunda película del director mejicano Alejandro Monteverde, que fue dado a conocer por su opera prima, Bella.

En esta ocasión nos ofrece un hermoso cuento sobre la fe, el perdón al enemigo, la acogida del otro, y sobre las obras de misericordia. El guion está escrito por el director y por Pepe Portillo, y centra el argumento en los años cuarenta. En un pequeño pueblo de EE.UU. vive Pepper Busbee (Jakob Salvati), un niño de ocho años que padece problemas de crecimiento en estatura. Cuando su padre, casi su único amigo, se marcha al frente a combatir en la Segunda Guerra Mundial, el chico tendrá que enfrentarse no sólo a la crueldad de sus compañeros de clase, sino también a la de sus vecinos. El deseo de que su padre retorne le va a llevar a pedir un milagro. El sacerdote del lugar, el Padre Oliver, le indicará la forma de conseguirlo.

Little boy fue rodada en los famosos Baja Studios de Rosarito, Méjico -donde se construyó el Titanic de la película homónima-, es amable, entretenida, luminosa y muy bien interpretada por actores de la talla de Jakob Salvati,  Emily Watson,  Tom Wilkinson,  Eduardo Verástegui o  Ben Chaplin. La película está atravesada de religiosidad sincera, aunque con ese halo característico del cine americano, que acentúa el voluntarismo, tan propio del humus protestante estadounidense, amén de cierto teísmo. Al margen de estas apreciaciones de tipo “teológico”, la película en su conjunto debe valorarse sin ninguna duda en términos positivos. Frente a un radical laicismo intolerante y resentido, Little boy habla con naturalidad de la intervención de Dios en la historia, y expone el valor de las obras de misericordia frente al odio de la guerra y la humillación de los más débiles. Además es un hermoso canto a la familia, a la paternidad y a la fidelidad conyugal, así como, en la trama de Hashimoto, se propone la apertura desprejuiciada al otro como forma de humanizar nuestras relaciones. La película es muy grata visualmente: un tratamiento fotográfico cálido y algo saturado nos acerca a los años cuarenta como quien entra en un cuento luminoso y cargado de bellos ideales. Una película familiar, cargada de esperanza y luz.

 

 

 

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