Crítica:
Público recomendado: Jóvenes
Innecesaria, como casi todas las secuelas, es la continuación de Sinister. Aquella película de 2012 dirigida por Scott Derrickson era un largometraje juguetón de generosa mala uva que con un presupuesto de poco más de tres millones generó en todo el mundo cerca de ochenta. Continuar con lo propuesto en Sinister no tenía nada de dramático ni de narrativo sino que exclusivamente era una cuestión económica.
Dicho sea cuanto antes, hacer una película con el único propósito de aprovecharse de los réditos de un largometraje previo no tiene nada de malo en principio. Otra cuestión es que el producto resultante se revele vacío y que se advierta que hay poco, muy poco o nada que ofrecer y que por tanto, se noten demasiado los intereses económicos de un film.
Y algo de esto le pasa a Sinister 2. La película de Derrickson estaba bien como estaba entre otras cosas, porque no había mucho más donde escarbar si uno no quería revelar el truco del invento. Y de hecho esto es lo que le sucede a esta secuela.
Como en la película original una mudanza a una nueva casa desencadena los hechos. En esta ocasión, es una madre soltera con dos niños mellizos los que llegan a una nueva casa en la que, como no podía ser de otro modo, han ocurrido cosas raras. Esta vez ni si quiera hace falta ponerse a ver una película enterrada en polvo rescatada de un olvidado desván como en la primera película porque aquí los fantasmas directamente se presentan, rollo de celuloide en mano, para facilitar las cosas.
No vamos a engañar a nadie. Sospecho que los fans del género que solo vayan esperando ver una película de terror al uso saldrán contentos. El film contiene los suficientes momentos de suspense y los necesarios silencios dramáticos y narrativos como para asustar a más de uno. Otra cosa es que vayamos esperando algo más o por lo menos algo distinto al original o al menos las escasísimas gotas de moderada novedad que ofrecía el primer Sinister porque en ese caso, nos iremos a casa con las manos vacías.
Lo cierto es que la película de Foy no pasa de convencional producto de terror. No se sale un ápice de lo que podríamos esperar, tal vez porque frecuenta con demasiada ligereza lugares comunes vistos una y mil veces que, no por trillados, parece que no dejan de funcionar al menos entre determinado sector del público.
El primer Sinister salió bien porque se gastaron muy poco en hacerla, en esta se han gastado más del triple. Ya pueden recaudar en proporción o sospecho que la saga Sinister llegará hasta aquí. Y es lo que me temo.