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Little Richard. I am everything

Crítica

Público recomendado: +18

 

 

Pues de momento, sobre Little Richard nos llega un documental, pero es de los artistas que merece un biopic. Es uno de los más grandes fundadores del rock y uno de los más excéntricos y “escorados” por decirlo de algún modo. Todo en él era excesivo: su presencia, su indumentaria, su voz, sus actuaciones en el escenario, y para los que nacimos a la música con los Beatles, Little Richard es todo un icono. Suya era el Long Tall Sally del que McCartney hacía una gran versión, aunque no pudiera alcanzar la fuerza de la voz de Richard.

Hay muchísimo material de Richard, su carrera duró décadas y tuvo todos los altibajos de las estrellas, con el añadido de que a sus excesos de escenarios, sexo y drogas tuvo también sus periodos de conversión religiosa centrado en la Biblia y en la predicación. Anunciaba -cuando tocaba el pendulazo de su vida- la necesidad de la conversión y de ser salvado; también llevó a las canciones su fervor religioso, grabando discos de góspel y actuando en directo, pero lejos de la artificiosidad de lo que le convirtió en estrella. Este extremo, que puede chocar a la mentalidad europea, no era infrecuente en la América de los años 50. La influencia que la música góspel ejerció sobre el rock, el pop y no digamos el soul es de sobra conocida.

El documental también dedica mucho tiempo a un aspecto muy destacado por la historia de la cultura: el papel que la música de la población negra tuvo en el fin de la segregación racial en los Usa y en el pleno reconocimiento de sus derechos civiles. La radio permitió que los adolescentes blancos entraran en contacto con el vigor, la fuerza y la contundencia de la música de la población, para acudir a sus conciertos después y mezclarse los jóvenes blancos y negros y hacer saltar por los aires las barreras ignominiosas de la segregación. Todo esto es conocido y está muy bien.

Pero el documental se escora, en primer lugar porque aunque hay entrevistas a grandes estrellas, y aparecen a retazos Mick Jagger o paul MacCartney, la mayoría de las entrevistas son a profesores y académicos que escoran la figura de Little Richard hacia su vertiente gay, queer y a su papel como liberador. Todo muy artificial. Little Richard nunca fue lineal y su papel como liberador fue bastante discutible. Los momentos más emotivos tienen que ver son la total dependencia que tuvo Little Richard de ser reconocido, de obtener de los demás el mérito a que él se consideraba acreedor. Poca liberación tenía el bueno de Richard de estas cadenas. ¿y de qué había que liberarse? Pues según los intelectuales del documental, de lo que ya es un cliché: delas normas sociales, de las expectativas de ser uno más, etc., etc. Todo muy visto y muy manido. Ya aburre el discursito. Demasiadas veces parece que el rockanroll fue invento de Little Richard, como si un inmenso bosque pudiera ser obra de un solo hombre.

Pablo Gutiérrez

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