Crítica
Público recomendado: Jóvenes y Adultos
Jim Jarmusch es uno de los directores más extraños, estrafalarios, fascinantes y auténticos del cine más puramente independiente. La dilatada carrera de Jasmusch ha tocado varios palos como para encasillarlo en un solo género y un solo estilo: es un ente adaptable, que mantiene su esencia y estilo con el avance de los tiempos, sin quedarse atrás y vivir de su propio ego pasado. Que lo tiene, y con razón. De la road movie (Extraños en el paraíso) al drama carcelario (Bajo el peso de la ley), pasado por el western existencialista (Dead Man), el cine de “samuráis” (Ghost Dog) y el cine de terror chupasangre (Solo los amantes sobreviven). Su peculiar tratamiento de personajes y la profundidad emocional que alcanzan sus guiones es comparable al sentimiento que puede provocar su obra al espectador que poco ha frecuentado su cine: pesada, a veces muy plomática. Una pesadez provocada adrede, con la
sabiduría de un director que sabe recompensar la paciencia del espectador con una lección de humanismo cinematográfico y profesionalidad audiovisual. En 2016, Jasmusch presentó dos obras injustamente ignoradas: el documental Gimme Danger y la película Paterson. Por tanto, Los muertos no mueren parece una respuesta a la poca atención que recibió: ¿es que acaso está la audiencia… muerta? Una obra con muy mala uva, gamberra, macarra, que abraza con cariño la serie B más chabacana y que sirve como cariñosa crítica a una sociedad cada vez más
cercana al universo de George A. Romero.
La trama es la siguiente: en un pequeño pueblecito americano, los muertos vuelven a la vida y un curioso grupo de personajes tendrá que hacerles frente. Nada nuevo bajo horizonte, y sin embargo la propuesta narrativa se aleja bastante de los precedentes terroríficos del cine de zombies actual: películas efectistas al servicio más palomitero, donde la propia audiencia sufre una zombificación cultural frente mensajes vacuos y pretenciosos. Aquí, Jarmusch ofrece un fresco homenaje al cine del fallecido Romero, que usaba el género de zombies como una herramienta con la que criticar a la sociedad de masas y al capitalismo estadounidense, todo, claro está, bajo el empaque propio del particular universo del director indie. Las pretensiones son pocas y los resultados son muchos: un sano entretenimiento que no pretende conseguir nada, con el que pasar un rato muy divertido. El cine de hoy día, sobre todo el blockbuster estadounidense, está repleto de un gratuito exceso de buenísimo y mensajes moralizantes, lo
que resta la credibilidad de sus propuestas y no dejan que sea el espectador el que juzgue lo que está bien y mal. Jarmusch nos ofrece una ración buena de casquería gore despreocupada, con el único objetivo de divertir. El plantel de actores es realmente impresionante, y todos con su pequeño momento estelar.
Bill Murray, Adam Driver, y Chloë Sevigny es un inesperado trio cómico slapstick que realmente funciona. Tilda Swinton es Tilda Swinton: alocada, con una locura desencadenada maravillosa. Un roba escenas que da gusto ver siempre en pantalla. En resumen: una película sin pretensiones, divertida, gamberra y desenfadada. El cast es
brillante (ojo a es Iggy Pop zombie). Sin eres de los que saben por dónde va el humor de Jarmusch, el buen rato está asegurado; sino también.