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Los Olchis

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: Todos

Inspirada en la homónima saga de libros para infantes escrita por Erhard Dietl se nos narra la historia de los olchis, unas alienígenas y verdosas – “demasiado verdes” – criaturas tan fétidas como afectuosas. En esta aventura llegarán, cabalgando  a lomos del dragón Firebottom, hasta la localidad de Smellville. Todo ello con el propósito de encontrar un hogar donde poder instalarse definitivamente.

Los olchis (ogglies en el original) llevan calcetines sucios (comen su “sopa”, de hecho) y respiran a todas horas aire contaminado.  Profieren sin descanso lenguaje extremada y jocosamente soez, haciendo constantes y, por momentos, chuscas referencias a cosas y situaciones apestosas: arcadas, regurgitaciones, vómitos, eructos, flatulencias. Hozan entre montañas de basura, conviven con residuos tóxicos, usadísimas bolsas de plástico, puercos neumáticos, charcas de alquitrán, latas oxidadas, objetos grasientos. Para ellos, Smellville es un el paraíso.

Deudora de clásicos ochenteros, como Cuenta conmigo, Los Goonies o ET, aparecen en la cinta dirigida al alimón por los alemanes Toby Genkel (la saga ¡Ups! ¿Dónde está Noé?); y Jens Møller (Lego Ninjago: Maestros del Spinjitzu o  Lego Star Wars: Las crónicas de Yoda), detalles que nos retrotraen a tal década: la llegada de un elemento ajeno, críos en bicicleta que descubren un hallazgo, un villano tras el que se transparente un contundente denuncia social, en nuestro caso, feroz ataque a la desorejada corrupción empresarial e inmobiliaria.

Mientras, en el ínterin, se transmite olor, pudiese ser hedor, a algo que ya hemos visto muchas veces antes: discutible mensaje a favor de la tolerancia (¿como aceptación de todo?), la valoración de lo diferente y la apuesta por una sociedad “ecologista” que convive en armonía con el entorno que nos circunda. Una ecología demasiado deudora del eco-totalitarismo eugenésico que el genocida Nuevo Orden Mundial nos tiene preparado: el ser humano deviniendo plaga del planeta.

La animación es hacendosa y trepidante y vívidamente colorida y, aliándose a la banda sonora, todo deviene frenesí y proteica acción. En conjunto, la película es entretenida y liviana, agradeciéndose de paso que aterricen cada vez más en nuestra patria cintas animación europea y procedente de otroas naciones alejados de las grandes industrias hollywoodenses y adyacentes.

Títulos sobresalientes como El jinete del dragón o Los Elfkins (ambas también germanas), La casa mágica, Ballerina, Mina y el mundo de los sueños o la más reciente D’Artacán y los tres mosqueperros confirman la sólida evolución de la industria de animación en el viejo continente siendo todas – o casi todas – propuestas harto macizas, muy solventes y sutilmente sofisticadas que nada tienen que envidiar a eficaces títulos de DreamWorks o Disney. Incluso, específicamente, de Pixar. En fin.

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