Crítica:
Público recomendado: Jóvenes
La actual crisis de los refugiados nos recuerda que en el siglo XX ocurrieron grandes desplazamientos de personas durante ambas guerras mundiales. En el caso de Francia, se dio el éxodo de más de ocho millones de personas a distintos lugares de la geografía gala, debido a la ocupación nazi. Mayo de 1940, de Christian Carion (La chica de París, Feliz Navidad, El caso Farewell…) rinde homenaje a los hombres y mujeres que tuvieron que abandonar sus lugares de origen para esa forzosa emigración interior.
A ellos no les correspondió el término “refugiado”, pues estos son aquellos que huyen de su país por motivos políticos, étnicos o religiosos, como tenemos ocasión de observar a los que llegan a Europa por las guerras en Oriente.
Con esta cinta de Carion, también coguionista, vuelve Ennio Morricone para ofrecernos su espléndida y poética música, como lo ha ido haciendo a lo largo de sus 90 años con cerca de 200 bandas sonoras, entre otras, La misión, Los intocables de Eliott Nesh, Erase una vez Ámerica, The Haleful eight, con la que consiguió un Oscar.
Otro toque sorprendente en la cinta del director francés es que aparece un militar que encara la lucha con los alemanes como una necesidad para defender al continente de esa ideología criminal. El suyo no es un patriotismo de bajos vuelos (su nombre es Percy, un mando escocés en suelo francés al que los invasores han matado a toda su tropa), sino una auténtica donación de su persona para luchar contra la barbarie nazi porque “no va” con él, dirá, “ir nunca para atrás”.
Tras perder su compañía y deambular solo por la campiña francesa, Percy (Matthew Rhys: El mundo perdido, Corazón, En el límite del amor…) se topa con Hans (August Diehl: Tren de noche a Lisboa, Malditos bastardos, Soy la otra…), un alemán opositor al régimen de Hitler que se esconde en un pueblo francés del Norte junto con su hijo, hasta que la policía francesa le encarcela al descubrir su pasado. Esto, y el avance de las tropas alemanas, ocasiona la separación forzosa de su hijo de ocho años, que quedará al cargo de Suzanne (Alice Isaaz: La jaula dorada, Una semana en Córcega, Los ojos amarillos de los cocodrilos…) en el éxodo hacia el Sur que todo el pueblo llevará a cabo.
La decisión de huir la tomarán en consejo los vecinos varones, a propuesta del alcalde Paul (Olivier Gourmet: Dos días, una noche, El niño de la bicicleta, Rosetta…), en cuyo viaje pasarán distintas penurias y sufrirán los ataques de los alemanes.
El duro camino descolla heroísmos personales, generosidad, solidaridad y otros valores; y también, la mezquindad y ambición humana que se aprovecha de situaciones límite para obtener rendimiento económico.
En Mayo de 1940 asistimos también al cine como propaganda, que llega a utilizar “actores” del bando de los perdedores como carne de cañón en una ficción infame de películas que enaltecen torticeramente al ejército invasor, trituran las leyes mínimas de comportamiento en la guerra y persiguen aterrar a la población civil.
Con ser demasiado “preparado”, el encuentro entre Hans y su hijo tendrá su punto álgido presidido por una cruz, con el que parece acentuar que el amor, el perdón, la entrega y el conjunto de valores que viven los personajes, tienen su raíz y expresión en el cristianismo.
Con estos elementos, Mayo de 1940 es una buena propuesta —y original, en muchos aspectos— para acceder al drama brutal de la guerra, desde una posición abierta a la libertad y bondad, no mecánicas, de la naturaleza humana.