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Mía y Moi

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

No es de extrañar que Borja de la Vega se dedique con talento y cariño a la representación de actores, de manera profesional en Kuranda desde 2013, agencia que dirige junto a su fundadora Katrina Bayonas desde hace 5 años. Si en algo es brillante su ópera prima es en la dirección de actores, y por consiguiente, la fantástica interpretación de sus cuatro actores, especialmente Bruna Cusí, quien ya deslumbró en Verano 1993, película con la que consiguió el Goya a mejor actriz revelación.

Mía y Moi es una desgarradora historia, resultado de un exquisito trabajo técnico y un cuidado guion, compuesto para la introspección de unos personajes que quieren reponerse del pasado y buscan sanar sus heridas en el presente, alejados del bullicio de la ciudad.

Podríamos hablar de un equilibrio entre luces y sombras: En contrapunto a los preciosas escenas de sol y desconexión en la playa la vida cotidiana en el campo, el contacto con la naturaleza y los magníficos primeros planos de los rostros protagonistas, percibimos las sombras de la complejidad humana; la importancia de los traumas, las relaciones de pareja, el amor fraternal y la comunicación de los sentimientos.

La dulzura y sencillez de los chicos, que disfrutan bañándose en el mar desnudos, intentando evadirse de sus preocupaciones, recuerda a los bañistas que pintó Joaquín Sorolla en sus cuadros, como si la luz, las olas y el aire actuara de paliativo al sufrimiento por la muerte de una madre, que se dibuja como hilo conductor de la historia, y que afecta de manera especial a Moi, interpretado por Ricardo Gómez, (hermano pequeño de Mía, a quien da vida Bruna Cusí).

El ritmo de la película es lento, parece que no hay evolución en los personajes, hasta que ocurre algo que alterará a todos: la llegada de un cuarto personaje, ex novio de Mía, que influye en la trama de un modo determinante.

Técnicamente, punto a favor para una mejor conexión con el espectador, llama la atención el plano que De la Vega rueda con travelling para subrayar las emociones de Moi: concretamente cuando corre despavorido en la playa, como intentando huir de sí mismo y de su crisis interior, y finalmente cae, incapaz de lograrlo. También el que se graba con cámara en mano, cuando están plantando las tomateras, esto consigue una gran nitidez de lo que sienten los personajes y una sensación de cercanía y realismo.

Ricardo Gómez (Cuéntame como pasó) aprueba con notable alto este complejo papel, manteniendo la cámara muy de cerca y consiguiendo esa mayor cercanía del espectador, esa empatía, esa angustia que marca su personaje.

En definitiva, un valiente trabajo, gran apuesta de Borja de la Vega, junto a su equipo técnico e interpretativo. Eso sí, te deja un amargo sabor de boca a pesar de los bellísimos primeros planos de Cusí y Gómez frente al mar que ponen fin a la cinta.

 

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