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Misión imposible: Protocolo fantasma

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes

Vuelve Misión Imposible. Continúa así una saga de películas de acción, de unos de los espías contemporáneos más populares del momento, Ethan Hunt. Interpretado por el también productor y amigo de la Cienciología, Tom Cruise. Esta nueva entrega parece resucitar una saga en un trimestre de números rojos para Hollywood, tanto en asistencia a las salas como en recaudación.

Para las grandes productoras americanas resulta cada vez más complejo tener la certeza de qué películas son una inversión cierta de financiación y cuáles no. Buscan “películas seguras” que funcionen comercialmente y que tengan aquello que haga al público, especialmente al sector más goloso de espectadores (de 14-28 años), salir de casa dejando a un lado los videojuegos y olvidando, quizás puntualmente, la tentación de piratear el momento. Los números no fallan y tampoco engañan. La recaudación del primer fin de semana resulta tan vital como la necesaria inversión en promoción y marketing antes del estreno de una película. Ante tanta incertidumbre aparecen fenómenos cinematográficos que parecen ser la solución. Hablamos de fenómenos como la interesante saga de Harry Potter, el cuestionado pero rentable caso Crespúsculo, la valiosa trilogía de El Señor de los Anillos (con la esperada Hobbit, de Peter Jackson), el mundo de los superhéroes liderado por los hermanos Nolan o las recientes producciones con avales extraordinarios tipo: “Steven Spieblerg presenta…” como la notable Super 8 (2011) o la quizás futuramente oscarizada Las aventuras de Tintin: El secreto del Unicornio, que arrebataría a Cars 2 el oscar a la mejor película de  animación. La saga Misión Imposible tiene la pretensión de convertirse en uno de estos fenómenos ciertos deseados por Hollywood.

La primera la dirigió Brian de Palma, la segunda John Woo, después J.J. Abrams, y, ahora, en una apuesta de lo más inteligente Brad Bird. Es su debut como realizador de largometrajes en imagen real, tras obras maestras de la animación como El gigante de hierro (1999), o las celebradas obras de Pixar, Los increíbles (2004) y Ratatouille (2007). La incorporación de J.J. Abrams (Perdidos (TV2004-2010), Super 8) en la tercera entrega como director y productor, recuperó el destino de Ethan Hunt tras el desatino de Woo en la segunda parte. La elección de este nuevo director, uno de los genios creativos de la factoria Pixar, para la cuarta entrega, estabiliza y potencia la saga. Brad Bird (Ratatouille, 2007) coge, pues, las riendas de la dirección y consigue un producto digno tanto en cuanto al ritmo y planificación de las secuencias, como al tono general de la obra.  Con un montaje notable resulta un producto comercial de alto grado de entretenimiento que saciará sin problemas las expectativas de sus fans. También de la gran obra de Pixar, Ratatouille (2007) tenemos a Michael Giannino que ha apostado por una variada y colorida partitura musical dibujando con sus sonoridades espacios geográficos (Rusia, Dubai, India) y manteniendo vivo un tono enérgico sin olvidar el famoso leit motiv de esta saga. El tratamiento de los personajes y sus conflictos afloran dando dramaticidad y enriqueciendo de matices tanto el guión como a las interpretaciones, especialmente destacable Jeremy Renner (Brant, el analista). Esta forma de construir los personajes ya se comenzó, aunque muy tímidamente, en la entrega anterior. No obstante, este criterio parece ser válido para todos los personajes salvo para el protagonista, que se muestra en todo momento como el salvador y todopoderoso héroe. Da la sensación de que sólo las personas exitosas (upstat, en términos de la Cienciología) son aptos para ser héroes, como si mostrar alguna herida o vulnerabilidad le arrebatase el derecho de ser el salvador.

Parece ser proporcional en el arte del cine, que cuando el mundo pasa por situaciones de crisis, aparecen héroes o superhéroes inundando las carteleras de todo el mundo. Como si fuese la respuesta a la necesidad de un pueblo para que aparezca alguien que aporte algo de esperanza. Sería bellísimo rastrear con detalle cómo el cine ha ido respondiendo en este sentido desde su origen, para entre otras cosas, verificar cómo es el héroe verdadero. Sin embargo, existe un riesgo. El de hacer al pueblo débil poniendo sobre los hombros del superhéroe toda la responsabilidad del ser salvados. Que exista un superhéroe no implica que el pueblo se quede con los brazos cruzados si no que debe, gracias a su ejemplo heroico, recuperar el protagonismo y afrontar las circunstancias que tengan. Porque “herir” al héroe, hacerle humano no tiene porque quitarle protagonismo o poder alguno sino, más bien, todo lo contrario. Es cierto, que esta reflexión no aparece en la saga de Misión Imposible pero debería, como mínimo tender hacia ella.

Han pasado varias décadas desde que un agente de la FMI (Fuerza de Misiones Imposibles) recibiera su primer mensaje que se autodestruiría en 10 segundos. Tras esta entrega de la mano Brad Bird casi podemos decir que la mecha de Misión Imposible seguirá ardiendo y la aventura continuará.

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