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Misterio en Venecia

Crítica

Público adecuado: +12

Después de Asesinato en el Orient Express (2017) y Muerte en el Nilo (2022), Kenneth Brannagh vuelve a meterse en la piel del famoso detective belga Hercules Poirot, creado por Agatha Christie. Misterio en Venecia (en parte inspirada por la novela de Christie Las manzanas) es una película más modesta en ambiciones, pero que amplía la trama a una posible conexión sobrenatural.

Hercules Poirot, ya retirado como detective, es invitado a una sesión de espiritismo en la que una conocida médium intentará comunicarse con la fallecida hija de una rica cantante en un palacio veneciano. Después de la sesión, se cometerá un asesinato, y Poirot deberá desempolvar sus dotes deductivas, además de poner en cuestión su escepticismo sobre el mundo sobrenatural.

Estamos ante un sub-género muy específico del cine de suspense, que muchos llamarían películas de misterio, y Hitchcock (que las odiaba) las bautizó como whodoneit (¿quién lo hizo?). El espectador sabe que un detective va a ser invitado a una situación social donde se va a cometer un asesinato. Todos los personajes son potenciales sospechosos, y finalmente el detective los reunirá a todos y desvelará la verdad. Esta convención puede llegar a aburrir a los que la consideren trillada, pero si el espectador entra en el juego, encontrará en Misterio en Venecia una muestra muy apreciable de ello.

Y es que Kenneth Brannagh es un director con una amplia e interesante trayectoria, y no se limita a fotografiar el guion sin más. Su trabajo detrás de la cámara siempre ofrece un punto de vista sobre la historia, una intención de afectar al espectador de cierta manera. Y en Misterio en Venecia los inusuales ángulos y encuadres tienen su razón narrativa no solo en la temática sobrenatural, sino también en un aspecto narrativo que se descubrirá hacia el final de la historia. Todo muy bien acompañado de una fotografía tenebrista, una elegante dirección artística y una música algo más abstracta y atmosférica de lo que suele ser habitual en un género tan codificado.

Por otro lado, flota en la superficie el tema de las dudas existenciales de Poirot ante la posibilidad de una vida más allá de la muerte, aunque finalmente ese proceso interno queda poco desarrollado. También cabe destacar cómo el personaje de Tina Fey actúa como un guiño metalingüístico a la propia autora del Poirot literario, Agatha Christie.

La resolución ata todos los cabos, aunque quizás alguno de ellos de una forma algo forzada.

En definitiva, una película de misterio que cumple con las coordenadas de su género a la vez que ofrece ingredientes de buen cine para aquel espectador que busque algo más que adivinar “quién es el asesino”.

Federico Alba

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