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Nunca entre amigos

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes-Adultos

Selecta visión es la distribuidora de cine encargada de llevar a las salas españolas Nunca entre amigos, algo parecido a una comedia romántica, insulsa en su planteamiento, muy simple en su argumento y en su ejecución a lo que se añade, sin piedad, un incómodo, hortera y ruin carrusel de zafiedad que sobrevuela el conjunto.

Nunca entre amigos cuenta la historia de Jake (Jason Sudeikis) y Lainey (Alison Brie). Se conocieron de manera fortuita en la universidad y disfrutaron de una noche de pasión en la que ambos perdieron su virginidad. Unas décadas más tarde, y sin haber tenido contacto desde entonces, vuelven a reencontrarse en una terapia para superar su tendencia a la infidelidad. Y es que estos dos infieles de tomo y lomo, afincados en Nueva York, son incapaces de mantener una relación amorosa fructífera.

Deciden entonces mantener una relación platónica y su amistad se fortalece hasta el punto de que ambos se convierten en auténticos colegas, que ahora se escuchan y se ayudan para cambiar sus viejos hábitos. Y, eso sí, no van a permitir que algo tan superficial como la atracción sexual se interponga en su nueva relación.

La joven realizadora americana de 35 años, Leslye Headland, escribe y dirige este subproducto romántico que pretende recordar que la amistad es posible en las ex parejas. Y falla de principio a fin al plantear un conflicto -si es que a esta propuesta se la puede considerar así- con los pies de barro, predecible y sin aristas. Por hacerle un favor a la película, la analogía mejor que puede hacérsela es que recuerda, salvado muchos obstáculos, a Cuando Harry encontró a Sally (Rob Reiner, 1989).

Tal vez el ritmo sea lo mejor del filme… al menos para que el suplicio de tal bobada en la butaca no contamine demasiado al espectador y pueda salir de sala a oxigenarse un poco y cuanto antes. Porque ya se sabe que buena parte del Hollywood contemporáneo cuando no sabe qué hacer pone en marcha la maquinaria de la comedia y después le añade romántica, pero sin querer alejarse de los cánones habituales del género.

No sé si se trata de una tomadura de pelo cinematográfica, porque además el filme quiere dar muestras de normalidad en asuntos tan graves y tan delicados como las relaciones sentimentales. Lo que ocurre en Nunca entre amigos es que se han intentado ponderar las dosis de puro dramatismo con las de pura comedia y el guiso ha resultado un fracaso puesto que ni convence ni interesa.

Sólo la química entre los actores principales, bregados en las lides tibias de este género, salva la producción. Lo atípico es que fuera de nuestras fronteras ha recaudado millones de euros. Será que los gustos y las sensibilidades están cambiando, pero cambiado a peor. Y realmente no sé a quién beneficia el culto al mal gusto.

 

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