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Oleg y las raras artes

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica:

Público recomendado: Jóvenes-Adultos

Llega a las salas españolas, de la mano de Margenes Distribución, el último trabajo documental y biográfico del joven cineasta venezolano afincado en Barcelona, Andrés Duque, que a sus 44 años ha escrito y filmado su tercer largometraje, Oleg y las raras artes, pero que ya sorprendió al espectador hace 12 cuando se enfrentó al enigma del director Iván Zulueta con otro gran documental, Iván Z (2004).

La película -rodada entre 2014 y 2015- se centra en la figura de Oleg Karavaichuk, uno de los compositores más importantes de Rusia. Su excentricismo y virtuosismo hacen de su vida un completo misterio. Por primera vez, un director de cine se atreve a filmar su vida y todo lo que rodea a este personaje, cuya actividad más estrambótica consiste en entrar cada martes en el Museo del Hermitage de San Petersburgo, una vez cerrado al público, para tocar el prestigioso piano del siglo XVIII que se exhibe allí. Este piano fue un regalo de un admirador al músico, quien decidió donarlo al museo a cambio de tocarlo por las noches.

Oleg Karavaichuk, de 90 años, fue (falleció el 13 de junio de este año) un niño prodigio, músico dedicado al piano, que compuso más de 300 bandas sonoras para el cine ruso. No en vano fue un protegido de Stalin. El documental acentúa su aspecto de hombre frágil, estrafalario y que habla con un hilo de voz. Pero todo lo que hace supura la realidad, lo irrepetible, la verdad. Oleg es un hombre desconcertante y lo que hace a cada momento no se sabe si es fruto de la genialidad de su mente o es el discurso de un chiflado. Se le visualiza como un vagabundo de la sabiduría, salido de una máquina del tiempo, que apenas abre los ojos cuando habla. En cualquier caso, la cinta rezuma mucha sensibilidad.

Tal vez, quien no esté familiarizado con las piezas musicales de piano, el documental se les puede hacer un poco largo, a pesar de que solo dura 70 minutos, si bien el lastre que más acusa el filme es el tiempo que el protagonista emplea en disertar sobre su pasado, la idea del arte o su concepción sobre el mundo. En este sentido Duque no ha logrado ponderar la homogeneización de la historia y eso se traduce en cierta pesadez.

Sin embargo, esos defectos quedan eclipsados por la belleza de los planos que brinda, el sonido del piano de los zares e incluso caminar por el Komarovo… Podríamos decir que Oleg y las raras artes es un retrato no biográfico: gira más en torno al proceso creativo del artista, donde la palabra y la música conforman el punto de vista. Y ahí reside el éxito del director, que consigue exhibir esos retales de autenticidad y convertirlos en imágenes eternas.

 

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