Crítica
Público recomendado: +13
Película estrenada en plataformas
Hay películas que se presentan a sí mismas al espectador como un buen anfitrión: son abiertas, gráciles, livianas; dejan ver en su cordialidad y simpatía que quieren que la pases bien. El primer plano de la comedia Padre por duplicado (Cris D’Amato, 2021) es uno general de una comuna en la selva brasileña —rebosante de colores, la luz haciendo resplandecer la vegetación abundante y frondosa—, que va flotando, acercándose cada vez más a una zona, una casa, una ventana: finalmente la atravesamos para ver a nuestra protagonista, Vicenza (Maisa Silva) dormida en su cama también colorida y bohemia. Nos enteramos por su madre, quien ha venido a despertarla para felicitarla, que es su cumpleaños número dieciocho. D’Amato no ha cortado ni una sola vez y ya sentimos que los personajes podrían saltar a bailar y cantar en cualquier momento.
El deseo de cumpleaños de Vicenza es conocer quién es su padre. Su madre insiste en que no ha llegado el momento correcto. La joven, quien pinta, está haciendo un autorretrato y, como debe ser, está incompleto. Aprovecha entonces un muy oportuno viaje de su madre a la India para tomar cartas en el asunto y tratar de averiguar todo lo posible sobre su padre. Con una sonrisa tan encantadora como ella, Vicenza, indesanimable y tenaz, viaja hasta Río de Janeiro siguiendo una pista que halló en su casa. Allí seremos testigos de la frescura y buena voluntad de esta jovencita con todos aquellos a quienes conoce: dos posibles padres (Paco, pintor; y Giovanne, banquero), nuevos amigos y hasta un joven músico que, quién sabe, podría hasta gustarle. También la acompañaremos en sus errores, tristezas y nuevas oportunidades, además de (por regla del género) seguirla en el retorno a casa hasta un autorretrato por fin acabado.
Padre por duplicado resulta encantadoramente manifiesta. Es un cumplido. Sabemos lo que va a pasar y queremos verlo pasar. Alegre y edificante en tanto la búsqueda principal es siempre la verdad y la familia, esta comedia es divertida y agradable de ver en su forma de irse desenredando. A sus actores afables y sonrientes los acompaña la música festiva y gozosa del Brasil, la viveza de sus colores vibrantes y la calidez de un final feliz, aunque la sanción de D’Amato termine siendo un poco menos convencional que la que en principio parecía plantear. Aún así, lo más destacable es un filón muy despreciado por la voz cantante posmoderna pero imprescindible por verdadero: la protagonista está literalmente incompleta porque le falta el padre, un hombre que ejerza de autoridad y guía, y solo hasta dar con ello es cuando puede verse y conocerse a sí misma.