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Parking

Caratula de "Parking" (2019) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

Adrián, un solitario inmigrante rumano con vocación de escritor, dejó a su mujer en Rumanía y se vino a España en 2002, para aprender español y poder leer en su idioma original al escritor chileno Emilio Bolaño.

En Córdoba trabaja como vigilante en un “parking” de coches de segunda mano, en las afueras de la ciudad. Allí mismo, en ese solar, en un descampado al borde de la carretera, con perros escuálidos y ratas que campan entre la chatarra, malvive en una caravana destartalada, con sus ilusiones de poeta y los miserables 300 € que gana al mes.

Su jefe y, en cierto modo, amigo es Rafael, un fracasado impenitente, que no deja de hacer proyectos para triunfar y ganar dinero, que nunca cuajan. No es una mala persona, solo un irresponsable que anda sin rumbo por la vida.

Una noche de San Juan, en Asturias, al borde del mar, Adrián conoce a María, miembro de un grupo de rock. Está casada pero no es feliz con su marido. Su trayectoria sentimental, como la profesional, ha dado tumbos sin encontrar equilibrio ni vislumbrar una posibilidad de mejoría. Sueña con triunfar en la música, pero está claro que ni ella misma se lo acaba de creer. Siempre con una cerveza entre las manos, tiene en su cara el gesto de la decepción y la insatisfacción.

En cuanto se cruzan los caminos de María y de Adrián, la vida cambia para ambos. Lo que fue un instantáneo fogonazo de pasión va convirtiéndose paulatinamente en amor sincero. Pero, si sus circunstancias personales les dejan pocas salidas, la irrupción de personajes peligrosos relacionados con el torpe Rafael, añaden a su relación un aspecto de riesgo y suspense.

Adrián es un trasunto del afamado autor rumano Marin Mălaicu-Hondrari, en cuya autobiografía, publicada en España con el nombre de Cercanías, está basado el guion. El mismo Mălaicu-Hondrari ha colaborado con Tudor Giurgiu para adaptar el libro al relato cinematográfico.

Giurgiu nos ofrece una película muy sencilla en la forma, en la que no hay gran cosa que destacar. Los recuerdos y las ensoñaciones del protagonista cambian el formato a Super 8, lo cual tiene la ventaja de evitar toda confusión, pero estéticamente no está muy logrado. Sin desdeñar la banda sonora de Julio de la Rosa, lo mejor de la cinta es el trabajo actoral de los cuatro personajes principales. El rumano Mihai Smarandache hace muy bien el papel protagonista y los españoles Belén Cuesta, Ariadna Gil y Luis Bermejo están impecables una vez más. El hilo argumental se pierde un poco por derroteros un poco inverosímiles con aspiraciones de thriller, afortunadamente solo insinuado.

La clave de interpretación de la trama es la frase de María: «Estoy segura de que podrías escribir páginas enteras sobre esta mierda y transformarlas en algo, en una historia». La historia de cuatro perdedores sin horizontes, en un entorno de enorme fealdad, acaba por constituir un relato tierno y amable por obra y gracia de los buenos sentimientos. Y a uno le gustaría que la vida les ofreciera una oportunidad. No es una gran película, pero resulta entretenida.

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