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Priscilla

Crítica

Público recomendado: +13

Sofia Coppola hace varias veces la misma película. Como espectadora suya, es lo que espero de ella. Aunque es también un deleite verla hacer distintas como la extraordinaria La seducción (2017), que pasó un poco desapercibida ese año entre Wonder Wheel (Woody Allen) y El hilo invisible (P.T. Anderson), siempre es reconfortante cuando regresa a su nicho, a que veamos el mundo interior de un personaje que va en círculos en una jaula, voluntaria o no, y que parece tenerlo todo y al mismo tiempo nada. Su mirada modesta va añadiendo capas hasta resultar en películas complejas que no se sienten como tales, en una quietud observadora muy sofisticada, lejos de composiciones burdas y sensacionalistas.

Así es en Priscilla (Coppola, 2023), un drama-memoria, que no un biopic, donde vemos a una jovencísima Priscilla (Cailee Spaeny, estupenda tanto de 14 años como de 28) conocer a su futuro marido, Elvis Presley (Jacob Elordi), y vivir a través de ella ese enamoramiento y posterior desencanto. Es crucial la delicadeza de las situaciones filtradas a través de Priscilla, que quedan cubiertas con su ilusión, su melancolía o su frustración para alcanzarnos —esta proeza de contar la historia en tercera y primera persona al mismo tiempo, como si Priscilla fuese espectadora de su propia vida—, y que sería inimaginable con alguien que no sea Coppola dirigiendo.

Es elegante y, sobre todo, muy astuta: la película no va sobre la relación de los protagonistas, no va, de hecho, siquiera sobre Priscilla, sino que va a través de Priscilla, al igual que pasa en Lost in translation (2003) y María Antonieta (2006). Las chicas, ingenuas y soñadoras, tienen pareja pero es como si no la tuviesen, habitan la ciudad, la casa o el palacio y sin embargo no están allí. En este caso, Elvis es casi una excusa: está, al contrario de lo que pueda parecer, para que Priscilla aprenda a conocerse y madurar, no para ser el Rey del rock. Este arco de crecimiento se manifiesta, no solo en la manera de vestir de la protagonista, sino además, en la elección de Elordi como Elvis: frente a los 1,55 metros de altura de la «lolita» Spaeny se yergue un guapísimo aunque turbio Elordi de 1,95 metros, una distancia física y metafórica que es imposible de acortar para la jovencita hasta que, como es obvio, crezca.

Ausente la música de Elvis porque Coppola no pudo hacerse con los derechos, Priscilla combina canciones de los sesenta y setenta con otras más actuales, una acronía a la que la directora nos tiene acostumbrados. Y como celebramos que siga haciendo la misma película, no podemos dejar de destacar que su verdadera cinta hermana es Somewhere (2010). Las vueltas que da el protagonista en su coche al inicio de este filme son las mismas que da Priscilla alrededor de Elvis, en su casa al sur de los Estados Unidos, para luego hacer de su viaje uno en línea recta.

Narcisa García

https://www.youtube.com/watch?v=nhfa8Pxl-i0

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