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Que nadie duerma

Crítica

Público recomendado: +18

 

 

Lucía es despedida como informática después de veinte años en la misma empresa. En un viaje en taxi, la conductora le cuenta que ella pasó por lo mismo y decidió abrir su propio negocio como taxista. Tras esta conversación, Lucía decide aventurarse y termina comprando un taxi con su licencia. Su primera cliente es una productora teatral con la que congenia desde el primer instante y a quien le cuenta que se ha enamorado del vecino de arriba, un actor que escucha ópera, en concreto, el aria de Nessun dorma (que da título a la película) de la ópera Turandot, de Puccini. El problema es que el vecino ahora ha desaparecido. La última vez que fue a verle ya no estaba, se había mudado. Pero Lucía está segura de que algún día se montará en su taxi.

La experiencia como taxista es buena y Lucía acaba conociendo a todo tipo de clientes, con sus anécdotas y problemas. Al mismo tiempo, ella cuida de su padre ya mayor y bastante dependiente y trata de recuperar el dinero que le debe su anterior empresa con la ayuda de un abogado.

Dirigida por Antonio Méndez Esparza, cineasta español que migró a Norteamérica para estudiar cine y que actualmente vive en Florida, Méndez es el autor de títulos como Courtroom H (2020), un documental sobre un tribunal de Florida especializado en casos familiares, La vida y nada más (2017), sobre una madre soltera que lucha por sobrevivir en Florida, mientras se enfrenta con su hijo adolescente y Aquí y allá (2012), historia de migración de una familia mexicana que vuelve a su país desde EEUU.

Que nadie duerma es una adaptación de la novela de Juan José Millás del mismo título, entretenida, aunque con demasiados frentes que pueden abrumar un poco al espectador por su densidad narrativa. La primera parte del relato se recrea con eficacia en la vida cotidiana de Lucía, una luchadora solitaria -la soledad es un aspecto importante del personaje-, luego, el conflicto, la oscuridad y la morbosidad de la historia crecen según avanza la narración.

Destaca la interpretación de Malena Alterio que da vida a una enternecedora Lucía, hasta que sufre un potente arco de transformación. Entonces, las cosas se complican de tal forma que todo cobra un tinte excesivo, enrevesado, amargo y truculento, donde el sexo, la violencia y una oscuridad abyecta destruyen aquel ser con el que comienza la historia.

Una película más adulta, con demasiados frentes abiertos, algunos quedan sin cerrar, con una estética interesante, que ahonda progresivamente en su propia oscuridad, ahogando cualquier resquicio de redención.

Javier Figuero

https://www.youtube.com/watch?v=bokPX6oBmPk

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