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Radical

Crítica

Público recomendado: +12

 

En noviembre de 2013, el periodista Joshua Davis publicó en Wired un artículo titulado “Un nuevo método radical de aprendizaje podría desatar una generación de genios”. En él cuenta la historia de Sergio Juárez, un profesor de primaria en el pueblo de Matamoros, una ciudad pobre de la frontera mexicana. Él había crecido en un basurero para ayudar a los niños de su pueblo. La típica historia de un profesor con grandes ideales que acaba frustrado porque al fin y al cabo, ni a él ni a sus alumnos les interesan las clases.

Pero algo de especial debía tener esta historia, porque tras leer el artículo, Christopher Zalla decidió llevarla a la gran pantalla. Una historia que atrapa desde el primer momento porque cuenta con el mejor truco: es sencilla como la vida misma, y sobretodo, es absolutamente real. Y además de no hace tanto.

Radical narra el transcurso de un año académico en la escuela primaria José Urbina de Matamoros. El primer día, los alumnos de sexto -el último curso antes de la secundaria, y el último definitivo para muchos- reciben a su nuevo profesor Sergio Juárez, que desde el principio les propone actividades que se salen totalmente de la ortodoxia. No entienden el juego que el maestro les propone, se ríen de él. Pero esa misma tarde muchos vuelven a casa interesados por las preguntas lanzadas en clase y se ponen a investigar por su cuenta.

Frente a su propio hastío, Juárez no se ha resignado y se topa en internet con un vídeo con una filosofía educativa, que se basa en el libre acceso a la información. Pero él da un paso más: primero despierta la inquietud de sus alumnos, haciéndoles comprender que lo que estudian tiene que ver con su vida. Poco a poco ellos, empiezan a desear más a lo grande, ya no se contentan con el pobre destino que les depara el vivir en un pueblo pobre y violento. Hay quién va a la biblioteca de la universidad a escondidas, quién construye un telescopio, también a escondidas. Lo que aprenden en la escuela con Juárez les hace interrogarse sobre lo que son y lo que quieren ser en el futuro, sobre cómo viven, y cómo quieren relacionarse. Porque al final la vida es una, y entre fórmulas matemáticas y físicas se destapa la vida. Y Juárez tiene la agudeza de dejar entrar esa vida en el aula. Y se descubre con sus alumnos debatiendo sobre el aborto, sobre las bandas armadas que les rodean, incluso sobre sus problemas amorosos. Porque lo que ha dejado entrar por una rendija se convierte en seguida en un torrente de curiosidad, de conocimiento, de agradecimiento.

El resto de la trama se la dejo para cuando vean la película. Merece realmente la pena. Se queda uno con el buen sabor de boca de comprobar que en nuestro siglo XXI, mientras parece que vamos hacia el abismo, siguen sucediendo pequeñas historias que le devuelven a uno la fe en el ser humano. Y es de agradecer la atención de directores como Zalla, que saben interceptar estas historias y mostrarlas con gran sensibilidad, para que todos podamos disfrutarlas frente a la gran pantalla.

Elena Santa María

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