Crítica

Secuela de la famosa Rocky, que en 1976 revolucionó el subgénero del drama pugilístico y que constituye la única película de la franquicia que está casi a la altura de la primera. Se nota, en cualquier caso, que la dirección está en manos de un no-profesional como era el propio Stallone tras la cámara que peca, en ocasiones, de demasiado telefilmera. Con todo, es, al igual que la anterior, un maravilloso retrato sobre los infiernos de sus protagonistas abocados a una vida de violencia y superación, pero también para sobrevivir en un mundo que les invita a vivir de manera desordenada y sin paz. Es una grandísima película.