Crítica
Público recomendado: Adultos
Teniendo en cuenta el tremendo fracaso, tanto de taquilla como de crítica, que sufrió Serenity en su estreno estadounidense, no es de extrañar que haya tardado seis meses en llegar a nuestras pantallas, quizás para diluir los ecos que llegaron en enero del batacazo en su país de origen.
Serenity cuenta la historia de Baker Dill, un capitán de barco que vive en una isla tropical, obsesionado con pescar un atún gigante que le elude. Sin embargo, toda su rutina dará un vuelco cuando aparezca su exmujer, Karen, y le pida ayuda para deshacerse de su nuevo marido, que la maltrata a ella y a su hijo.
Cuesta entender cómo actores de primer nivel como Matthew McConaughey, Anne Hathaway o Jason Clarke pueden haberse metido en un proyecto como este, si de verdad leyeron el guion que detalla lo que vemos en pantalla.
La primera mitad de la película se desarrolla como una película de cine negro al uso: con un asunto criminal de por medio, la figura de la femme fatale, los diálogos con doble sentido, y una sexualidad que, si bien en las décadas doradas del género estaba sugerida, ahora se muestra crudamente y parece más un elemento de explotación que de juego narrativo.
El director, Steven Knight, parece saber que no tiene un gran material dramático entre manos, y quizás por ello recurre a ciertas angulaciones y movimientos de cámara muy llamativos, pero igualmente poco elegantes, ya que parecen más destinados a tapar carencias del guion que a buscar la mejor opción visual para la narración.
Todo parece ir por los cauces de un thriller algo justito en lo creativo, pero entretenido. Hasta que la historia empieza a adentrarse en terrenos decididamente extraños, llevando la película a otro género distinto (y que es mejor no desvelar para no estropear la sorpresa al espectador).
Finalmente, la locura se desata con un giro final demencial que pretende ofrecer una gran sorpresa a lo M. Night Shyamalan, pero que más bien resulta absurdo y desajustado al planteamiento de la película.
Quizás lo mejor que se puede decir de Serenity es que no aburre, pero el abuso de los clichés de cine negro por un lado, y el disparatado vuelco final por el otro, la convierten en una película difícil de aconsejar.