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Sicixia

Caratula de ""

Crítica:

Público recomendado: Adultos

Xiao recoge un gran archivo de sonidos y declaraciones de personas, desde la respiración de las vacas hasta las manifestaciones de los “aloitadores”, personas que sujetan a los caballos en la “Rapa das bestas” de Sabucedo (Pontevedra). Pero Él es una auténtica paradoja de quien es incapaz de compartir sus pensamientos, en este personaje del director gallego Ignacio Vilar en su octavo largometraje: Sicixia.

Con su equipo técnico, Xiao (Monti Castiñeiras: A Esmorga, La marinera, ¿Y tú quién eres…) viaja hasta la Costa de la Muerte para continuar engrosando su biblioteca sonora con los ruidos de la naturaleza, los sonidos de los animales y las tradiciones de los habitantes del noroeste peninsular. Olalla (Marta Lado: Vilamor y series de televisión) le servirá de guía y mientras dejará temporalmente su trabajo de recolectora de algas de los suelos marinos. Entre ellos irá naciendo una atracción afectiva y sexual en sus desplazamientos profesionales.

Ambos están casados y viven en crisis con sus respectivas parejas, y, con lo profesional, son los detonantes para lanzarse a una nueva aventura sentimental que les aporte algo de sentido. Pero los sentimientos no son iguales para Olalla que para Xiao en la vorágine eminentemente sexual en que ambos se enrolan, según nos propone Ignacio Vilar, también guionista. “Los misterios que cambian la naturaleza afectan también a las personas, que somos un 80% de agua. Yo quería mirar cómo sucedía eso”, ha declarado a los medios de comunicación el director orensano, que rubrica ese dejarse llevar por las pasiones con el título de su filme: Sicixia, nombre que los gallegos dan cuando los astros agitan los océanos y provocan mareas vivas.

La película es, sin duda, un estupendo documental sobre las tradiciones de la tierra contadas por sus protagonistas (pescadores, palilladoras, “percebieras”, contadores de fábulas e historias mágicas…), un recorrido espléndido por los parajes para “atrapar” todo tipo de sonidos (olas, vientos, lluvia…) de la Costa de la Muerte.

Otra cosa es la historia de dos seres humanos envueltos en contradicciones y en deseos de felicidad y sentido, incapaces de narrarse a ellos mismos —sobre todo Xiao— y abrir sus heridas al otro; donde el contacto físico es la única respuesta determinada de antemano (basta considerar el título de la obra) metáfora del torbellino de pasiones epidérmicas a las que nadie puede sustraerse, según nos propone Vilar.

Pero los seres humanos somos mucho más que “cantos rodados” al socaire de los elementos físicos que conforman el mundo y, así, empieza a crecer un grito interior que clama por compartirnos y explicarnos ante nosotros mismos y los demás. En Sicixia, este bello filme que escudriña la naturaleza, la humana está apenas bocetada y, por esto, trágicamente ausente.

 

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