Crítica
Público recomendado: +16
Cuando se estrena una película de la saga de James Bond, basada en alguna de las novelas de Ian Fleming, surge el debate de quien ha sido el mejor agente 007 de la historia: unos piensan que fue el recientemente fallecido Sean Connery en Desde Rusia con amor (yo me incluyo entre ellos); otros se acuerdan del frío Timothy Dalton con cara de villano; nadie recuerda a George Lazenby, conocido en su casa a la hora de comer (y poco); Roger Moore probablemente sea el más simpático y querido por esa mirada entre inocente y pícara, mientras que el más elegante estoy convencido de que es Pierce Brosnan, recordado por la serie Remington Steele. Sin embargo, el mejor de todos ellos es, sin duda, Daniel Craig. De hecho, mi película favorita de la interminable saga es Casino Royal del cineasta Martin Campbell, una producción del gusto de personas que incluso no son aficionadas al cine de acción.
El citado actor vuelve a dar la talla, siendo esta su quinta aportación, muy vinculada a la anterior. La dirección ha corrido a cargo de Cary Joji Fukunaga, autor de una buena película sobre inmigración como Sin nombre, aunque por otra parte es una estrella de la televisión, dirigiendo exitosas series como True Detective y todos estamos expectantes por la serie bélica, Maestros del aire, que pronto se estrenará.
Esta nueva entrega, la que sería la vigésimo quinta, conjuga acción y drama a partes iguales, no siendo tan optimista como otras. En esta vemos a un 007 más maduro que no se plantea su vida de un modo hedonista, sino que después del dolor por haber perdido a la mujer de su vida lucha por encontrar de nuevo la estabilidad con una misteriosa mujer.
El arranque de esta película es de los más espectaculares que recuerdo en una película de acción. Estas escenas han sido rodadas en el bellísimo pueblo italiano de Matera. El mayor defecto de esta gran película de la saga no es que prepare el terreno para introducir a una nueva heroína en versión femenina (aunque sería cambiar lo pensado por su creador), sino que es muy políticamente correcta, pues es mujer, negra y tiene un amigo que hace guiños a la ideología de género. Desde luego, después de su visionado, el mencionado cineasta es el candidato ideal, pues ya dio una muestra de su enorme nivel dirigiendo a un grupo de actores en Jane Eyre, basada en la novela de Charlotte Brönte con lo que en las escenas de mayor peso dramático se entiende que saca lo mejor de actores como Daniel Craig; la actriz de Léa Seydoux y el villano de turno Rami Maleck, recordado por su maravillosa interpretación del cantante Freddie Mercury. La nota cómica la pone la actriz, Ana de Armas, haciendo de agente novata, cuyo apellido le viene como anillo al dedo, nunca mejor dicho en una cinta de agentes secretos.
Sin tiempo para morir permite la reflexión sobre lo que puede llegar a hacer una madre por amor hacia una hija o sobre el sentido que tiene el sacrificio para lograr el bien común. De un modo implícito, este largometraje trata de hacer distinción entre la afectividad vinculada al compromiso frente a otro tipo de planteamientos solo relacionados con el placer. Otros apuntes interesantes son el elogio que se hace sobre la amistad, así como un homenaje fordiano con petición de perdón, vinculado a la relación con Dios y los difuntos en un cementerio.