Crítica
Público recomendado: +13
Nos llega una entrega más de la muy querida por el público saga de Fast & Furious (Rápidos y furiosos), una película marcada por dos ingredientes principales que vertebran toda la saga: una lealtad férrea hacia “la familia” y unas persecuciones con coches inverosímiles e imposibles. Por ello, la primera condición para poder disfrutarlas es: no esperar nada creíble y recordar que, al ser la historia de una familia, hay mucha nostalgia y van a aparecer referencias de otras películas de la saga. Como le ocurre a una telenovela o incluso a Star Wars, también podríamos decir que es la historia vital de una familia, capitaneada por su líder Dom Torreto (Vin Diesel).
Centrándonos en la décima entrega, que es la que nos ocupa, es justo decir que la primera hora de metraje roza el notable alto; tras unas escenas de presentación de la familia y del antagonista, la trama nos lleva a Roma y a una misión especial, que se convierte en una escena muy bien rodada y bien narrada. Pero a partir de ahí, la película cae en una serie de tópicos narrativos que frenan el ritmo y no logran dominar un producto que, por supuesto, apunta a un final inconcluso de una saga que no desea terminar.
En cuanto al antagonista, el actor de Aquaman, Jason Momoa, consigue una interpretación histriónica e interesante que evoca al archienemigo de Batman, el Joker, concretamente al interpretado por el fallecido Heath Ledger. Siempre es bueno recordar que la construcción de los antagonistas, la forma en la que se presentan (heridas afectivas de la infancia incluidas), es clave para la unidad y estabilidad de la película. Sería un error presentar a un malo que solo sepa ser malo; como ocurre un poco en la primera de Avatar (asunto que Cameron ha tratado de corregir en la secuela); otro ejemplo de malo “poco construido” lo vemos en la última de Guardianes de la Galaxia, esta conclusión ecologista (y abierta a la trascendencia), en donde se profundiza mucho en el protagonista pero poco en su rival todopoderoso. En lugar de construir un antagonista plano (maniqueo) es mejor añadirle un lado humano, como sucede en la última película de Super Mario Bros, ya que el enemigo de Mario, a parte de sus ideas malignas, también se enamora e incluso tiene la necesidad de expresarlo y cantarlo. Pues bien, en la película que nos ocupa, Jason Momoa interpreta a un interesante villano que, aunque aparenta caos y descontrol, realmente esconde una gran inteligencia, que aterroriza y pondrá a prueba a Dom Toretto a lo largo de toda la película. Aun así quizás la interpretación de Momoa sea un punto excesiva y roce lo risible y grotesco, alejándose de la carismática locura del citado Joker.
Desde un punto de vista espiritual/religioso vale la pena destacar el uso recurrente del símbolo de la cruz (incluidos planos detalle en cámara lenta); así como de frases como “la eternidad del momento presente” o la fe como factor que lo unifica todo y nos recuerda quienes somos. Por otro lado, la escena inicial tan trepidante de Roma incluye un esfuerzo sobrehumano por salvar el Vaticano. Todo estos “ingredientes de temática religiosa” son más estética vacía que creencia verdadera. Por ejemplo, porque no se valoriza la vida humana de los enemigos (tan solo la de la familia del protagonista), y se le arrebata la vida a cualquiera que se tenga por delante.
En definitiva, continua la saga de coches más famosa de la historia del cine, en donde la familia y lo inverosímil tiene una importante presencia narrativa. Una entrega con un buen arranque pero con una valoración general mediocre. Por supuesto, las secuencias de acción implican, en ocasiones, violencia explícita lo que impide el visionado para menores de edad. Y aunque no logre un aprobado general sí tienes momentos destacables, una buena fotografía y unos efectos especiales notables.
Carlos Aguilera Albesa