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Los renglones torcidos de Dios

Caratula de "Los renglones torcidos de Dios" (2022) - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +16

En Los renglones torcidos de Dios, Alice Gould (Bárbara Lennie) es una detective privada que ingresa de forma voluntaria en un psiquiátrico para investigar un crimen. La mujer debe simular una paranoia para poder desarrollar su trabajo, pero a lo largo de la trama surge el dilema de si su enfermedad es verdaderamente o no fingida.

La película está basada en la popular novela del político, periodista y escritor Torcuato Luca de Tena, publicada en 1979 con gran éxito entre la crítica y los lectores. El autor, al igual que la protagonista de la historia, se internó en un sanatorio mental para documentarse sobre la vida de los internos en estas instituciones. La novela fue llevada a la gran pantalla en México por el realizador Tulio Demicheli en 1983, por lo que se trata de la segunda adaptación cinematográfica.

Esta nueva versión, bastante correcta y fiel a la novela, mezcla dos hilos narrativos que se intercalan a lo largo de todo el metraje. El primero es el periplo de Alice en el centro psiquiátrico y el segundo es el de un incendio dentro de las instalaciones del mismo, durante el cual tiene lugar un asesinato. Los giros de guion, presentes en el libro, son muy del estilo de los empleados en las películas anteriores de su director, Oriol Paulo (El cuerpo y Contratiempo), y consiguen mantener en vilo al espectador (que no se ha leído la obra o no la recuerda) constantemente.

Cabe destacar el trabajo actoral de Lennie y de los secundarios que le acompañan. Eduard Fernández, Loreto Mauleón o Javier Beltrán interpretan a los doctores y otros menos conocidos, como Pablo Derquin, encarnan con frescura y sin histrionismo a los pacientes, aliados de Alice.

La película cuenta con un diseño de producción de calidad y una estética retro de la época (la España de finales de los años 70 del siglo XX, con la llegada de la democracia), tanto en escenarios como en el vestuario, que aporta un tono clásico al relato, pero también cierta artificiosidad. El director ha indicado que su deseo era contar lo que pasaba en ese momento en ese tipo de instituciones, y que, igual que el régimen político español estaba cambiando, dentro de esas cuatro paredes también había una nueva psiquiatría emergente.

No obstante, el hecho de que la novela sea prácticamente inabarcable en un film, ya que daría para una serie de varias temporadas, juega en su contra. La cuestión del tiempo lleva inevitablemente a desaprovechar la complejidad de los temas tratados en torno a la vida de los internos de una institución psiquiátrica (su dignidad como personas, la dificultad para diagnosticar, la moralidad de las terapias utilizadas, su relación con la familia y seres queridos, con los médicos y cuidadores, entre ellos…).

A pesar de esta limitación y del esfuerzo en el montaje por sintetizar, la propuesta se detiene demasiado en desarrollar algunos pasajes y repite escenas desde distintos puntos de vista. Al final da la sensación de que fácilmente se podría haber abreviado su duración total (154 minutos) y simplificado el desenlace, resultando más efectivo aún.

En cualquier caso, Los renglones torcidos de Dios es una adaptación solvente debido a la calidad del reparto y de la historia original, que ofrece una cantidad más que suficiente de suspense, efectos y sorpresas del gusto del público.

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