Crítica
Público recomendado: +18
El pasado 15 de marzo las salas de cine patrias acogían el estreno de la comedia negra coral española Tratamos demasiado bien a las mujeres, con la que debuta en el largo la joven artista bilbaína Clara Bilbao, ganadora de tres premios Goya en la categoría de mejor diseño de vestuario (Blackthorn. Sin destino, Mateo Gil, 2012; Nadie quiere la noche, Isabel Coixet, 2016 y La sombra de la ley, Dani de la Torre, 1919). Distribuye en salas Filmax.
Ambientada en otoño de 1945, Tratamos demasiado bien a las mujeres narra las andanzas de Remedios Buendía (Carmen Machi). Se trata de una leal protectora de su patria y luchará contra quien haga falta para poder defenderla. En el entretanto se va a producir un fatídico ataque de un grupo de maquis, que han tenido la mala idea de tomar a la fuerza la estafeta donde Remedios se estaba probando su vestido de novia con toda la ilusión del mundo.
La película, cuyo guion firma el solvente cineasta Miguel Barros (responsable de dos de las películas en las que intervino como diseñadora de vestuario Clara Bilbao y que le reportaron premios Goya, a saber, Blackthorn. Sin destino y Nadie quiere la noche), se sustenta en la novela del escritor francés Raymond Queneau, On est toujours trop bon avec les femmes, publicada en 1947, y que ya había llevado al cine en 1971 con título homónimo el director galo Michel Boisrond. En ese caso, la acción se sitúa en la Irlanda de 1916, que atraviesa una de sus épocas revolucionarias más duras.
Volviendo a Tratamos demasiado bien a las mujeres, el funcionamiento del guion es del mismo tono y circunstancias que la película de 1971, por lo que su contenido no ofrece nada que ya conozcamos. Independientemente de esta falta de ambición, el filme no sabe muy bien hacia dónde dirigirse, le falta cohesión en el lenguaje narrativo, que permite que se resientan los caracteres de sus personajes principales. Así las cosas, es fácil constatar la poca gracia que tienen algunos de sus gags, a menudo forzados, entre otros motivos porque se producen sin orden ni concierto. De hecho, buena parte de la flojera de este filme tiene que ver con una ausente dirección de actores, a pesar de que Tratamos demasiado bien a las mujeres cuenta con un elenco de lo más granado del cine español. Pero, de nuevo, vuelve a comprobarse que, cuando no hay personajes, tampoco hay actores que puedan defender su trabajo con dignidad.
Eso sí, se agradece que este capítulo de la historia, tan próximo a la guerra civil -tan a menudo explotado por el cine español- no esté en esa línea de revisionismo radical de antaño. De igual manera, la película despliega un interesante tono berlanguiano de modo que por momentos parece que uno asiste a una historia de verdad. Aunque, lamentablemente, los momentos son escasos.
Nos hallamos, pues, ante una película poco original, sin aristas, tibia a pesar de sus escenas bélicas, pero que se queda orillada casi en la nada a pesar de contar con un buen material técnico, un buen guionista y un elenco de gran nivel. Claro que para darla vida se necesita mucho más.
José Luis Panero