Crítica
Público recomendado: +13
Película estrenada en plataformas
¿Hasta dónde hay que perseguir el propio sueño? ¿Cuál es el precio que hay que pagar por llegar hasta donde uno sueña en el mundo del espectáculo? Este criterio sirve ya para englobar todo un género de películas, muchas de ellas musicales, o de baile, que afrontan los costes de oportunidad de estas decisiones, especialmente en los “daños colaterales” que producen en los familiares más cercanos: películas como Blinded by the light, Personal Assistant, Yesterday, Wild Rose, Whiplash, Festival de la canción de Eurovision. Fire Saga, y tantas otras.
Into the Beat nos trae otra historia familiar en la que el conflicto se produce cuando la joven desea perseguir su sueño. Katya es una joven bailarina con futuro prometedor en el mundo del ballet clásico. Su padre, Viktor Orlow, es un bailarín ya consagrado, una celebridad; en los Orlow, la pasión por el baile parece transmitirse por la sangre. Cuando Katya está cerca de conseguir una beca para estudiar ballet en los USA, se encuentra con una extraña academia de baile urbano, hip-hop, que le sacude interiormente, sacando algo de sí misma que ella ignoraba que existiera. En este baile nuevo para ella, la exigencia y la destreza física se combina con la necesidad de que el baile sea siempre expresión de la propia personalidad, rechazando la copia y el plagio del baile de otros. La autenticidad es una búsqueda, una actitud y ante esta perspectiva, Katya tendrá que tomar sus decisiones. En el camino que se abre ante ella, aparece un joven, Marlon, a quien el baile ha dado sentido a su vida. Marlon tendrá para ella algo de mentor, algo de amigo, algo de pareja de baile y algo de algo más.
Con estos mimbres, la película presenta escenas de coreografías excelentes, casi en el top. Queda sin superar aquellos bailes de La batalla del año (2013) sobre una competición internacional de hip-hop, que en España pasó sin pena ni gloria, pero que tenía mucha más miga en la cantidad y calidad de las subtramas.
Into the Beat lo resuelve todo de modo mucho menos satisfactorio que otras películas de este género del “coste de oportunidad del propio sueño”, pero, a parte de las coreografías, podemos quedarnos con la joven y prácticamente debutante Alexandra Pfeifer, bailarina entre dos mundos y bella y convincente actriz. Gran futuro por delante.