Crítica
Público recomendado: + 16
El cineasta francés Jean-Paul Salomé, firma esta película, basada en la obra homónima de Caroline Michel-Aguirre, periodista de investigación, que narra con profusión de datos la historia real de la sindicalista Maureen Kearney.
En 2011, un misterioso topo de la EDF («Electricidad de Francia») pasó a Kearney la información sobre un contrato secreto para transferir alta tecnología francesa a China. En el complot estaban involucradas dos grandes empresas francesas, EDF y Areva (grupo líder en el sector de la energía nuclear), y un consorcio chino. Por otra parte, Anne Lauvergeon, fundadora y directora de Areva durante los diez años de su existencia, no había sido ratificada en el cargo por parte del Elíseo, titular del ochenta por ciento del capital de la empresa. En su lugar había nombrado a Luc Oursel, un hombre de paja, colérico e incompetente, cargado de rencor hacia Lauvergeon, que había sido su superior y de auténtico odio hacia Kearney, que cuestionaba su capacidad para la gestión del cargo.
Una cesión de tecnología a China suponía un asunto muy grave de corrupción en las altas esferas de la política y de la empresa, pero lo más inquietante para la sindicalista Kearney era el hecho de que la operación supondría la pérdida de empleo de más de cincuenta mil trabajadores en Francia y no estaba dispuesta a permanecer pasiva. Primero intentó aclarar la situación con los directivos de Areva y, en vista de su pasividad, pasó a informar a los políticos (De hecho, llegó a conseguir una entrevista con François Hollande, a la sazón presidente de la República).
Lejos de ser escuchada, empezó a sufrir presiones y amenazas de todo tipo. Hasta que la mañana del 17 de diciembre de 2012, cuando estaba sola en su domicilio preparándose para salir, fue brutalmente agredida por un hombre al que no llegó a ver porque le cubrió la cabeza con una capucha. Unas horas después, la mujer de la limpieza la encontró en el sótano, atada de pies y manos a una silla, amordazada, con una «A» dibujada en su vientre con un objeto punzante y con el mango de un cuchillo introducido en su vagina. Curiosamente, los agentes encargados de la investigación no encontraron ningún rastro de los supuestos agresores y se empezó a dudar de la veracidad de los hechos. Y con ello surge la pregunta: ¿Maureen Kearney es realmente víctima de una agresión o bien es culpable de un montaje y una falsa denuncia para conseguir hacerse oír?
Isabelle Huppert demuestra una vez más que es capaz de asumir cualquier personaje por difícil que sea y hacerlo creíble, sin caer en la caricatura. Sin perder en ningún momento la compostura ni la frialdad en el gesto, su rostro, su mirada, su forma de pintarse los labios nos transmiten sus miedos y su angustia disimulados bajo su resolución inquebrantable.
Jean-Paul Salomé conoce bien el mundo del delito y la intriga en sus películas (Espías en la sombra, 2008; Arsenio Lupin, 2004; Mamá María, 2020, con la misma Isabel Huppert en el papel protagonista). En Un blanco fácil no plantea una trama política, aunque las intrigas del poder están de fondo de la historia, sino un thriller con un ritmo desenfrenado que mantiene la intriga sin un respiro durante dos horas. Hay, además, una veta feminista en el relato, que rezuma veracidad y que añade una punta de picante a las desaventuras de Maureen Kearney.
El espectador se encuentra dividido entre la admiración por el personaje, la compasión y el horror por lo que está sufriendo y, en el fondo, la sombra de la sospecha sobre la verdad de los hechos. Pero finalmente uno no puede evitar salir de la sala con un sabor amargo por vislumbrar las posibles intrigas secretas y soterradas en un mundo en el que todos dependemos de las gestiones y decisiones de unos hombres teóricamente responsables de velar por el bien común. Aunque también queda algo reconfortado porque haya personas valientes y honestas capaces de levantarse contra la mentira arrostrando conflictos y peligros.
Mariángeles Almacellas