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Una Ventana al Mar

Caratula de "" () - Pantalla 90

Crítica

Público recomendado: +18

Con una sensibilidad estimable que nos transfiere el estado emocional de los personajes, el director vasco Miguel Ángel Jiménez (Y en cada lenteja un Dios, Kafenio Castello, Chaika…) va tejiendo su última película, Una ventana al mar, que cuenta con la excelente interpretación de Emma Suárez, en el papel protagonista.

Coguionista, junto a Luis Gamboa y Luis Moya, Miguel Ángel Jiménez nos cuenta la historia de María, una funcionaría bilbaína de 55 años a la que diagnostican un cáncer terminal. Con dos de sus amigas, y con el favor contrario de su hijo Imanol (Gaizka Ugarte: Las chicas del cable (serie TV), pone rumbo a Grecia, dispuesta a vivir intensamente la aventura. En la isla de Nisyros, y gracias a su clima y sus gentes, vuelve a experimentar las ganas de vivir. En uno de sus paseos nocturnos, conocerá a Stefanos (Akilas Karazisis: Bienvenidos a Grecia, Respira, Blackmail boy…), del que se enamora inespera y rotundamente. Tras muchos años divorciada de su marido, María vuelve a experimentar, como nunca antes, el amor por un hombre. Allí tendrá que elegir volver con su hijo (casado y con dos niños pequeños) o quedarse con Stefanos hasta el final.

La fotografía de Gorka Gómez Andreu se ensimisma con los objetos y parajes de la pequeña isla griega. El mar es uno de los elementos centrales, que se hace protagonista cuando María lo mira de espaldas, recordando el cuadro Mujer en la ventana de Dalí.

Emma Suárez realiza una interpretación mayúscula en su papel de mujer que cuenta con poco tiempo de vida, precisamente en el momento en el que ha encontrado al hombre que siempre estuvo buscando sin saberlo.

Un cuadro de la Virgen, que ven en una iglesia, y la boda de un amigo de Stefanos son las referencias a lo religioso. Y esto se echa en falta. Parece que cierto cine español se siente incómodo a la hora de visionar el encuentro con lo Eterno. No veremos ninguna referencia a Dios, salvo la del sacerdote en el casamiento de los novios, y ni María ni Stefanos, se atreven a plantear y cuestionarse si su amor durará toda la eternidad. Extraño final para una pareja que descarta verbalizar y plantearse si hay algo más que una vida que se les va de las manos irremediablemente. Demasiado poco para vivir con plenitud y esperanza.

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